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El ejemplo de Vero Boquete

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Para Vero Boquete (Santiago de Compostela, 1987), jugar con la Selección es regresar a casa. Desde que en 2010 se marchó a Estados Unidos para jugar en el Chicago Red Star, que la acabó cediendo al Buffalo Flash, de la segunda división, su vida es un continuo ir y venir en el que ni siquiera los éxitos son capaces de retenerla. Después de ganar con el Fráncfort la Liga de Campeones, acaba de fichar por el Bayern, un equipo no tan poderoso como el masculino que entrena Pep Guardiola.

A Vero no le asusta ayudar a convertir al Bayern en un equipo campeón, capaz de competir en la Bundesliga femenina con los dos últimos campeones de Europa, el mismo Fráncfort y el Wolfsburgo. Eso es lo que lleva años haciendo con la Selección española, que ahora afronta su primer Mundial. Hoy debuta contra Costa Rica (22:00, Teledeporte y Eurosport en directo) en el partido que debe marcar el camino de España en el torneo. El siguiente, contra Brasil, es el más complicado. Allí Vero Boquete se encontrará con Marta, la mejor futbolista de la historia, que ha sido cinco veces Balón de Oro y con la que coincidió en el Tyreso sueco. España debería jugarse la clasificación para la segunda fase en el tercer encuentro contra Corea del Sur.

Las jugadoras de Ignacio Quereda estarían satisfechas si superan la primera fase y enormemente contentas si logran ser una de las tres mejores selecciones europeas, lo que les clasificaría para los Juegos de Río del próximo año. Para conseguir todo eso, la experiencia de Boquete es fundamental. Es la número 9 y la capitana, la primera española que ha ganado la Liga de Campeones y una de las diez finalistas del último Balón de Oro.

No es la única que juega fuera de España. Celia Jiménez compite en Estados Unidos y Vicky Losada y la delantera Natalia Pablos pertenecen al Arsenal.

El camino para ella no ha sido sencillo. Tuvo que salir de Galicia para debutar en la Superliga femenina con el Prainsa Zaragoza. Allí peleaba por no descender: esa experiencia le sirvió para aprender a valorar más los triunfos de ahora.

Era 2005, pero Vero y sus compañeras ya habían comenzado a cambiar la historia del fútbol femenino español un año antes, cuando ganaron la Eurocopa sub’21. De ahí, al Espanyol y después, cuando comprendió que el campeonato se le quedaba pequeño, empezó a pasear las maletas. Estados Unidos, regreso al Espanyol, Rusia, Suecia, otra vez Estados Unidos, y ahora, Alemania.

Lejos quedan los comienzos, de niña, cuando entrenaba con un equipo masculino, pero las normas le impedían jugar los partidos. Al menos, ella no tuvo que explicar en casa lo que significa el fútbol. Su padre es entrenador y su hermano también ha jugado al fútbol. «Siempre había una pelota en casa. Para mí es algo natural», dice. Es consciente de que el título mundial queda lejos para España. La Liga no es profesional, faltan patrocinadores y competitividad y eso se nota, especialmente en el aspecto físico. La preparación no es la misma, aunque España intenta compensarlo con el trato de balón. Los mismos argumentos que llevaron a la Selección masculina a gobernar el mundo durante cuatro años. El éxito para España es llegar donde nunca antes había llegado, pero sobre todo ser el ejemplo que Vero y sus compañeras no tuvieron cuando empezaban.


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