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Los preparativos de cambios de Rajoy alimentan las intrigas entre PP y Gobierno

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Las expectativas de cambios en el Gobierno y en el PP han desatado las pasiones dentro de las filas populares. Las diferencias y las guerras internas están alcanzando su máximo nivel a la espera de que el presidente sentencie. Hay nervios, hay impaciencia entre los ministros y hay movimientos dentro del Ejecutivo y dentro del partido para tratar de influir en la decisión final de Mariano Rajoy. Algunos, a cara descubierta, porque Rajoy está hablando con mucha gente, con casi todos los presidentes regionales, con ministros, con otros referentes de su partido y también con voces externas al PP. Y otros movimientos se están produciendo entre bambalinas o utilizando para ello interferencias mediáticas.

La rumorología crece a medida que pasan los días, pero lo único cierto es que nadie sabe nada. Aquí no hay cuaderno azul, como el que presumía de tener José María Aznar, pero el secretismo en el que el presidente envuelve su proceso de toma de decisiones es casi aún mayor que el de la etapa de Aznar. Rajoy no tiene cuaderno azul. Él se limita a escuchar; casi todos los que salen de su despacho lo hacen convencidos de que el presidente ha tomado en consideración su opinión; y mientras, «observa los movimientos de unos y de otros», describe uno de sus colaboradores en Moncloa.

En esto último tiene mucho donde observar, porque mientras cunden los nervios también afloran viejas rencillas y «hay bastantes que se están señalando», comenta un alto cargo, más técnico que político, del Gobierno. Viejas rencillas que, en muchos casos, son más personales que políticas, aunque la excusa para dar el codazo al compañero sí se busque en la política.

De hecho, este fin de semana ha dejado el retrato de bastantes de estos movimientos soterrados que responden, en buena parte, a intereses y ambiciones personales dentro de la dirección del PP y también dentro del Gobierno. Si hace unos días era la secretaria general, María Dolores de Cospedal, la que se veía situada en el centro de la diana por la presión de dirigentes territoriales disconformes con su gestión, y que reclaman cambios en la cúpula del partido, ahora los últimos empujones han venido de su entorno y para intentar precisamente señalar a la figura de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.

Así, del supuesto cese de Cospedal como secretaria general –supuesto, porque Rajoy no ha confirmado aún nada en ese sentido y lo que sí ha habido es un paso adelante de ella para decir que no quiere irse y frenar así las críticas–, en las últimas horas se ha pasado a la teoría de la supuesta rebaja de funciones de la vicepresidenta.

Alrededor de Rajoy se han ido conformando distintos grupos de presión. Cospedal cuenta con el apoyo de su gente de Castilla-La Mancha, pero no con el de otras organizaciones territoriales. Cuenta a su favor con que ha estado en la «cocina» de la gestión de problemas de tanta envergadura como el «caso Bárcenas». Y, en contra, con que a cinco meses de las elecciones generales, la prioridad de Rajoy es el partido. Conseguir restañar heridas internas y tener una dirección que funcione a pleno rendimiento, y sea capaz de promover la movilización de las bases que exige la aspiración de volver a ganar esos comicios.

«Nos la jugamos»

Es verdad que la salida del ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, por ser elegido presidente del Eurogrupo, y del titular de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, han llevado el foco al Gobierno. «Pero a estas alturas, donde realmente nos la jugamos es en el partido, en la organización de la campaña, aunque también urja cambiar la imagen que nos representa y cómo trasladamos los mensajes a la opinión pública», sentencia un veterano barón del PP. En el partido habrá un nuevo portavoz, y Pablo Casado es la figura a la que se señala con más posibilidades de prosperar en los cambios que ha anunciado Rajoy que estudia. Pero al tiempo, desde la Secretaría General, y también algunos ministros, han empezado a aprovechar la coyuntura para señalar a La Moncloa y a la vicepresidenta.

Soraya Sáenz de Santamaría tiene muy buenas relaciones con los ministros Cristóbal Montoro, Fátima Bañez y Alfonso Alonso. Desde su etapa con responsabilidades de partido ha ido conformando a su alrededor un equipo unido y bien ensamblado, en el que también está, por ejemplo, el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Luis Ayllón. Y todo su Gabinete de Presidencia. Otros miembros del Gobierno, con cargos también en la oposición en Génova, traían ya en herencia litigios personales con Sáenz de Santamaría, que ahora han florecido al calor de la expectativa de cambio. Y también de los estudios de opinión, que la sitúan como la más valorada y con más apoyos de la opinión pública como sucesora de Rajoy. Esta hipótesis no está hoy planteada en ningún nivel del partido, pero sí ya hay quienes toman posiciones para el caso de que ese escenario pudiese darse después de las próximas elecciones generales. Una variable que hay que tener en cuenta para enjuiciar algunos de los movimientos que se están produciendo, incluso por parte de ministros que han cuestionado ante Rajoy a la figura de su «número dos».

Cubrir huecos

El presidente tiene que afrontar además estos cambios bajo la presión del debate sobre su responsabilidad personal en el desgaste de las siglas del PP. Y bajo la necesidad que tiene de cubrir los citados huecos en Educación, que dejaría la salida de Wert como embajador en la OCDE, y la marcha de Guindos a Bruselas. Aun en el caso de que a este último no se le exigiese dejar la cartera, estaría mucho tiempo fuera, y Rajoy necesita un buen portavoz económico para esta recta final de Legislatura. «No puedes afrontar una campaña centrada en la recuperación si no tienes ni ministro ni responsable en Génova. Y Montoro no sirve por el desgaste que ha sufrido en estos años», sentencia un asesor de Rajoy. Para cubrir esa área hay ministros que están promocionando con ahínco al titular de Industria, José Manuel Soria.

Desde el mismo grupo se alimenta también la tesis de que los cambios que efectúe Rajoy recortarán poderes a la vicepresidenta. Que sigue siendo el centro de la acción política del Gobierno y de la gestión de su día a día.

El próximo sábado se constituirán los ayuntamientos. Y a partir de ahí empezará la cuenta atrás para que Rajoy hable y con sus decisiones corte las intrigas internas y «coloque a cada uno en su sitio», sentencia el citado asesor de Moncloa.


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