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Apartamentos de lujo en lugar de campos de fútbol

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La carrera de Jack Warner como dirigente de la FIFA creció al mismo ritmo que su fortuna personal. A mayor nivel del cargo que ocupaba, más ingresos para él y para sus cómplices, a los que pedía y de los que aceptaba sobornos y mordidas en escenarios de lo más diversos. El ex presidente de la Concacaf ocupa una parte importante del informe del Departamento de Estado norteamericano, que considera probado que el trinitense desvió fondos destinados al fomento del fútbol para realizar inversiones en urbanizaciones de lujo de Florida (EE UU). Explican las autoridades estadounidenses cómo Warner mezclaba habitualmente el manejo de sus cuentas personales y las de las Concacaf, la Federación de Trinidad y Tobago y las de la CFU (siglas en inglés de la Unión Caribeña). Él tenía acceso a todas y las utilizaba indistintamente para transacciones personales e institucionales. En 2005 desvió fondos del Programa de Asistencia de la FIFA, destinados a la construcción de instalaciones deportivas en alguna zona desfavorecida, para comprar uno o varios apartamentos en un complejo de alto nivel de Miami, donde después se ha sabido que tanto él como sus hijos (Daryan y Daryll) tienen propiedades cuyo valor rondaba en 2006 el millón de dólares, y que ahora podría alcanzar el millón y medio.

Debió de parecerle algo normal al ex dirigente utilizar el dinero destinado al fomento del fútbol y su desarrollo entre los más pobres para fines personales, igual que tampoco encontraba reparos para, según siempre el informe del Departamento de Estado, vender dos veces los mismos derechos televisivos a la empresa Traffic e ingresar en sus cuentas personales una buena mordida. En el caso de los amistosos de las selecciones caribeñas para el Mundial 2006, los vendió a Traffic por 900.000 dólares (unos 806.000 euros), al mismo tiempo que, en calidad de asesor especial de la Federación de Trinidad y Tobago, traspasaba los derechos de emisión del equipo trinitense a la misma comercializadora por 800.000, de los que 100.000 (casi 90.000 euros) fueron a su bolsillo. Al menos 40.000 sacó también de la venta de la fase de clasificación de Suráfrica 2010.

Así de intensa y diversificada era la presunta actividad oculta de Warner y del resto de acusados en el caso de corrupción abierto contra la FIFA, que tiene todos los ingredientes de un guión de película: maletines repletos de billetes (10.000 dólares) que un cómplice recoge en un hotel de París para llevarlo a su destino en un lugar de África o América, consejos para el lavado de dinero, empresas interpuestas y obstrucción forman parte de los argumentos con que la Justicia de Estados Unidos trata de dibujar a los acusados en este caso. Decía Blatter en su discurso de «abdicación» que la FIFA necesitaba una reestructuración, y eso parece si el actual sistema permitía que Warner hiciera inversiones inmobiliarias de lujo en Miami con dinero destinado a que los niños de Puerto Rico o Haití tuvieran un lugar para jugar al fútbol.


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