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Prepublicación de "La verdad está equivocada" de Nacho Abad

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«Desde que una periodista le había llamado para preguntarle por el caso, Pazo Quintans supo que debía hacerse con la inves­tigación. En cuanto se percató de la trascendencia de la informa­ción, abandonó el sofá donde dormitaba la siesta con una de esas soporíferas películas de sobremesa de fondo y corrió al or­denador a ampliar los datos. La noticia, publicada en La Razón Digital, estaba firmada por Loyola Cardenal e incluía un vídeo completo de la detención de Valentín. Era la noticia más vista del periódico y eso que solo llevaba una hora colgada. El resto de medios se fueron haciendo eco en cascada de la noticia ade­lantada por Loyola, quién si no. Joaquín supo a quién debía pedirle el caso.

–Espero que sea importante, porque es Jueves Santo –le recordó en tono serio el comisario general de Policía Judicial al descolgar.

En cuanto le hubo narrado la noticia a grandes rasgos, esgri­mió ante su jefe la necesidad de que la Unidad Central capita­nease la investigación.

–Mis hombres son los mejores. Nuestro porcentaje de re­solución es del cien por cien. Además, este caso va a ser carne de cañón para la prensa y sabe lo bien que me manejo con los pe­riodistas. No se olvide de que el detenido se codea con las altas esferas y hay riesgo de que salgan cosas a la luz. Ya me entiende. Mejor alguien de confianza al mando. ¿No cree?

Su jefe quedó en devolverle la llamada. Mientras, Joaquín se empapó de las noticias que aparecían en las webs de los periódi­cos. Faltaban pocos minutos para las cinco, cuando sonó el móvil.

–El caso es tuyo, pero, te lo advierto. No la cagues. Me tie­nes al tanto de todo y si esto salpica hacia arriba, ya sabes lo que has de hacer.

Joaquín cerró el puño en gesto de triunfo.

–Eva, lo tengo –dijo a su mujer, entrando abruptamente en el salón.

Apagó el televisor y se sentó a su lado en el tresillo. Los pár­pados de ella se abrieron hasta la mitad y se volvieron a cerrar. Quería seguir durmiendo.

–Despierta y escúchame –insistió–. En la Comisaría de Huertas acaban de detener al hijo de un torero famoso por la desaparición de su mujer, una conocida escritora. Parece que puede haberla matado.

–No me digas. –Aquello la despertó de golpe. Los pocos datos que le había dado habían espabilado su interés–. ¿Cómo se llaman? –preguntó, incorporándose.

–Él, Valentín Monaster. No me he quedado con el nom­bre de ella.

–¡Guadalupe Romero! –exclamó la mujer–. Pero si su bo­da salió en el ‘‘¡Hola!’’ Ella es guapísima. A su enlace acudió la flor y nata de la alta sociedad. Hubo hasta miembros del Gobierno. Celebraron el banquete en su finca, donde construyeron una es­pecie de isla en medio de cientos de árboles iluminados con luces de colores. Fue algo espectacular. Debo de tener por ahí guarda­da la revista. ¿No te acuerdas? –le espetó en tono de reproche.

–Pues no, la verdad –reconoció Joaquín, que solo pasaba las páginas de las revistas mientras esperaba en la consulta del dentista o en la peluquería.

–¿Ha desaparecido? – retomó el tema intrigada.

–Eso parece –confirmó su esposo–. El jefe quiere que me encargue de la investigación.

Eva estuvo a punto de protestar, pero retuvo la queja entre los dientes. De nuevo su marido se pasaría días fuera de casa, sin horarios ni rutinas. Lo odiaba, pero se contuvo. Sabía que él se entretenía investigando y este caso tenía como ventaja que era de gente conocida. A ella le gustaba ser la primera en enterarse de todo. Cuando Joaquín le contaba las tripas de la investiga­ción, ella le prometía y le juraba que no lo comentaría con na­die, «secreto sumarísimo», le decía, pero cuando quedaba con las amigas para tomar café, bajo la firme promesa de confiden­cialidad que le hacían todas, se prodigaba en detalles. Le encan­taba comprobar cómo la escuchaban con atención.

–Me parece muy bien, cariño –le animó ella–. Seguro que lo resuelves y así se dejan de tanta medalla roja y te dan por fin la de plata. –También significaban ingresos mensuales extras, pero eso no lo dijo.

A Joaquín le sedujo aquella idea. Le quedaban pocos meses para jubilarse y, si resolvía el caso, además del prometido ascen­so a comisario principal, le condecorarían estando todavía en activo. Aunque lo que más le interesaba era la proyección pú­blica, el interés de los medios de comunicación. Llevaba meses dándole vueltas a la idea de hacerse jefe de seguridad de alguna gran empresa. No se imaginaba su vida sin trabajar, todo ocio. La publicidad le vendría bien para conseguir trabajo. A cual­quier gran corporación le apetece que su máximo responsable en seguridad sea un policía de prestigio y encima famoso. Se re­lamió con aquella idea.

–Eva, ya sabes que yo con resolver el caso me conformo.

–Eso es lo que te hace tan buen policía, que te centras solo en encontrar la solución.

Los dos sabían que estaban mintiendo.

Joaquín llamó a su equipo por teléfono. Tomás Sobrino era el único que estaba disponible en aquel instante. Le pidió que fuera a recogerlo a casa y que llevara TIFUS con él. Nunca se sabía en qué momento iban a necesitarlo. Al resto les ordenó que espabilaran. Los quería a todos dispuestos en la Central en un par de horas. Treinta minutos después, Sobrino esperaba en la puerta de la casa del jefe.

Pazo Quintans hacía años que había dejado la calle y se ha­bía instalado en un despacho. Se le notaba en la cara, inflamada y sonrosada. A pesar de la abundante barba canosa no conse­guía disimular el escalón de la papada que le ocultaba el cuello. Tampoco la amplia camisa lograba ocultar lo abultado de sus pechos, y la grasa que rebosaba por encima del cinturón. Tomás lo despreciaba tanto, como pánico le tenía. El asco nacía del he­cho de que él creía que un policía siempre debía de velar por mantener una buena forma física. Daba lo mismo el cargo, si cazabas a un ladrón in fraganti había que perseguirlo hasta de­tenerlo. Agilidad, destreza, rapidez y fuerza eran adjetivos que el comisario Pazo Quintans jamás había conocido. Él alardeaba de no necesitar nada más que su cerebro: una mente despierta e inteligente podía suplir cualquier carencia, decía.

–A la Comisaría de Huertas, echando leches –ordenó Pa­zo nada más subirse al coche. Ni un saludo. Ni siquiera lo había mirado.

Tomás apretó la mandíbula y condujo. La velocidad le per­mitía sofocar la ira que le provocaba trabajar a las órdenes de aquel ser inmundo. Mientras revolucionaba el vehículo y cam­biaba las marchas con violencia, recordó la leyenda que envol­vía al comisario. Decían que aprendió durante el franquismo a entrar a hurtadillas en los armarios de los compañeros, donde cada uno guardaba sus muertos. Primero fue la facilidad de pa­labra, saber escuchar a los policías cabreados, meter la mano en cajones ajenos a altas horas de la noche, hasta que, con todo tipo de tejemanejes, fue nombrado jefe de la Unidad de Asuntos In­ternos. Allí la mierda se movía como si fueran maletas en las cintas del aeropuerto, en un flujo constante. Había para todos los gustos, de la que llamaba la atención o de la que pasaba desapercibida. En sus casi veinte años al frente de la Unidad, poca de esa misería se convirtió en expediente sancionador. Los hubo, pero solo cuando los medios de comunicación ventilaban el he­dor, cuando los policías afectados estaban en la base del escala­fón y poco podían servir para sus intereses o cuando era políti­camente rentable. En el resto de los casos, el comisario Pazo Quintans cavaba un agujero en el suelo y tapaba las pruebas, pero jamás las destruía. Hacía copia de cada expediente, lo guar­daba en una caja de seguridad de un banco y luego, con sutileza, se lo hacía saber al interesado. Nunca amenazaba, nunca presio­naba, pero generaba un inmenso temor. Su leyenda fue exten­diéndose. Policías de mayor graduación que la suya acabaron acudiendo a su despacho a mostrarle sus respetos y pedirle fa­vores. Era un padrino uniformado. En realidad, todos lo odia­ban, pero su capacidad para almacenar secretos lo había cata­pultado en su carrera. Podía alardear, sin errar, de que no había otra pechera de la que colgaran tantas medallas, rojas y blancas, al mérito policial. Había hecho desaparecer grabaciones telefó­nicas en las que los delincuentes compraban la voluntad de compañeros suyos, encubierto prevaricaciones, falsedades en documentos, papeles que probaban amenazas, coacciones, trá­fico de drogas y robos a camellos de todo pelaje. Tomás lo odia­ba, pero había aprendido a disimular.

Germán regresó al despacho acompañado.

–Éste es el subinspector Antonio Vila –presentó.

–Bienvenido al equipo –lo saludó Joaquín.

Tomás levantó la mano.

Con Vila presente, Carrasco realizó un brevísimo resumen de lo ocurrido en las últimas horas.

–Queda mucho por hacer –se quejó Tomás cuando hubo acabado de escuchar.

–Si nos hubierais dado tiempo lo habríamos terminado noso­tros –se defendió Germán–. Mis chicos y yo no hemos parado.


Los testigos del calentamiento global

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El calentamiento global se siente en el Planeta. Un montañero, un hortelano, un submarinista y un apicultor explican a LA RAZÓN las consecuencias que en su actividad diaria está teniendo el cambio climático. Eso implica una adaptación de sus profesiones por el impacto que está teniendo. Todos son conscientes de que las alteraciones y los desajustes que se producen en la naturaleza son una evidencia y puede que no estemos preparados para asumir cómo influirán estos cambios en la humanidad en los años venideros. El montañero ha sido testigo de la desaparición de los glaciares, el agricultor observa un cambio en el crecimiento de sus cultivos, el apicultor aprecia un cambio en la floración de las plantas que dificulta su labor a los apicultores y a las abejas, y el submarinista es testigo del calentamiento de los mares y de los cambios en las especies marinas.

La cumbre del fin del mundo

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Mañana lunes arranca la Conferencia sobre el Clima de París (COP21), una cumbre en la que más allá de los compromisos que se alcancen, la finalidad es conseguir un proceso mundial de descarbonización para que la temperatura del planeta no supere un incremento de 2ºC por encima de los valores de la era preindustrial. De no conseguirse, las consecuencias del cambio climático podrían ser más graves. Ya entre el periodo 1880 y 2012 la temperatura media global se incrementó en aproximadamente 0,85ºC. Sin esfuerzos adicionales a los realizados hasta el momento, es más que previsible que las emisiones de gases de efecto invernadero sigan aumentando a medida que se dispara la población y crece la economía mundial. De modo que, según el IPCC, de no realizar un profundo cambio, con el escenario actual se llegaría a un aumento de temperatura de entre 3,7 y 4,8ºC para finales de siglo respecto a los niveles preindustriales o de entre 3,6 y 5,3ºC, según la Agencia Internacional de la Energía (IEA).

Y es precisamente sobre en qué medida y cómo descarbonizar la economía en lo que se centrará la COP21, fecha tope para alcanzar un compromiso de reducción de emisiones global de 196 países a partir del año 2020 con el objetivo de que dure hasta 2050. Según los estudios realizados por el IPCC, para no llegar a ese incremento de 2ºC, el bloque del G-20 –en el que se incluye la UE– deberá reducir en un tercio sus emisiones de gases de efecto invernadero hasta el año 2030 y más de la mitad para 2050. No es una misión sencilla. Aunque en 2014 sólo hubo un incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero del 1,2% –en 2013 fue del 1,8%–, lo cierto es que este esfuerzo no permite frenar esa subida térmica. De hecho, según el estudio «El cambio climático en España, 2033» de PWC, para evitar esa subida habría que descarbonizar la economía mundial en un 6,2% anual de aquí al año 2100, es decir, casi siete veces más que la tasa media de reducción que se alcanzó entre el año 2000 y 2013 (0,9%). Urge actuar. De lo contrario, ese incremento de 2ºC se daría en 2034, mientras que sería de 4ºC a finales de este siglo. Y es que la lucha contra el cambio climático sólo será eficaz si el esfuerzo se realiza a nivel global.

En la actualidad, las mayores emisiones de gases de efecto invernadero se producen en China (24%), Estados Unidos –que junto con Canadá concentra el 17%– y la UE de los 28 (10%). Estos países generan aproximadamente la mitad de las emisiones mundiales, según el Instituto de Recursos Mundiales (WRI). En el caso concreto de la UE, el Consejo Europeo alcanzó, el 24 de octubre de 2014, un acuerdo por el que va a esta cita con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero como mínimo un 40 por ciento en 2030, respecto a las emisiones de 1990.

Pero el esfuerzo y el compromiso tienen que ser globales. De hecho, en esta ocasión, en vez de incluir unas obligaciones únicamente a los países industrializados, el acuerdo que se quiere alcanzar persigue que todos los países tengan algún tipo de responsabilidad. En este sentido, cabe recordar, en la segunda parte del Protocolo de Kioto, hasta 2020, únicamente tienen objetivos vinculantes 38 países que representan aproximadamente el 12% de las emisiones mundiales. En cambio, para la cita de París, ya son 177 los países sean grandes productores o devoradores de petróleo o islas pequeñas que han presentado propuestas de contribución a nivel nacional. Es decir, estos países que producen más del 95% de las emisiones globales han mostrado su compromiso en esta lucha global.

Una noticia alentadora a la que hay que sumar el histórico anuncio que EE UU y China hicieron de forma conjunta. EE UU acude con el compromiso de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre un 26 y un 28% para 2025 respecto a los niveles de 2005. Rusia, por su parte, lo hace con el compromiso de reducir ligeramente sus emisiones relacionadas con la energía entre 2013 y 2030. La lista de compromisos continúa, aunque será China el país al que se dirijan todas las miradas. Y es que tras comprometerse durante la visita de Barack Obama a que su intención es alcanzar su punto máximo de emisiones de CO2 en 2030 –si no antes–, hasta la fecha se desconoce cuál es el tope al que pretende llegar. En cualquier caso, según los expertos, se trata de un cambio de dirección importante dado el ritmo de crecimiento en este país desde el año 2000. No obstante, el temor a que su compromiso no se cumpla está en mente de los expertos desde que el país anunciase que había quemado un 17% más de carbón desde el 2000.

Por sectores, la energía es el que más emisiones produce, debido sobre todo al uso de combustibles fósiles –para producir energía eléctrica y para industria, transporte o edificación, por ejemplo–. De ahí que la producción y el uso de energía –que representan aproximadamente dos tercios de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero– sean el meollo del debate de la Conferencia de las Partes, según datos la IEA. Pero también se emiten a la atmósfera CO2 derivado de la actividad ganadera, agrícola, usos de suelo y cambios de uso de suelo.

Por ello, el que será, de aprobarse, el Segundo Protocolo de Kioto, marcará el principio del fin de los combustibles fósiles con recortes drásticos de estas emisiones, pero manteniendo el crecimiento de la economía mundial. En este sentido, la IEA, tras analizar las propuestas de 150 países que consumen el 90% de combustibles fósiles, estimó que para alcanzar esos compromisos sería necesario destinar 12,25 billones de euros en medidas de ahorro y eficiencia energética, así como en tecnologías de bajo contenido en carbono entre 2015 y 2030. Y es que para no sobrepasar esos dos grados centígrados es necesario que el 70% de la generación de electricidad de las nuevas centrales que se instalen sean renovables.

Entre otros aspectos, la agencia calcula que para lograr el objetivo de los dos grados sería necesario que el 70% de la generación de electricidad «adicional» –las centrales de nueva construcción– proceda de fuentes renovables. Puede parecer imposible alcanzar estos objetivos sin menoscabo de la economía, pero no es así. Prueba de ello es que la economía mundial creció en torno a un 3% en 2014 y, en cambio, las emisiones de CO2 relacionadas con la energía permanecieron estables. Era la primera vez en 40 años que se daba este fenómeno. Las renovables representaron casi la mitad de toda la capacidad de generación eléctrica nueva en 2014, liderada por China, EE UU, Japón y Alemania con inversiones próximas a los 270.000 millones de dólares, según la IEA.

Otro factor clave para la descarbonización de la economía es la eficiencia energética, que descendió un 2,3% en 2014. Puede parecer poco, pero esta caída es más del doble de la tasa media de caída durante la última década. En este sentido, el hecho de que países como la India, Indonesia, Malasia y Tailandia estén aprovechando la bajada de los precios del petróleo para reducir las subvenciones a los combustibles fósiles es una buena noticia. En definitiva, una cumbre que debe marcar un hito para evitar que el calentamiento global del planeta continúe.

¿Qué podemos hacer para salvar el planeta?

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Antes de señalar con dedo acusador a los gobiernos de los países industrializados como únicos responsables las emisiones de gases contaminantes, sería bueno preguntarnos qué podemos hacer nosotros en nuestras ciudades, edificios o incluso en nuestras casas para reducir el impacto del cambio climático. No hay que olvidar que el 76% de las emisiones de CO2 corresponde a las ciudades, mientras que los edificios son responsables de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero.

¿Cómo podemos ayudar el planeta sin salir de casa? Varias ONG como Greenpeace nos brindan algunos consejos. Hay un dato clave: si cada ciudadano redujera el consumo de electricidad a 2.000 vatios al año, disminuiríamos considerablemente los daños que produce el calentamiento global. Por ejemplo, debemos despedirnos de las bombillas tradicionales en favor de las de bajo consumo, como son las bombillas fluorescentes compactas, que pueden suponer un recorte del consumo energético de hasta un 80%. Del mismo modo, también podemos instalar sensores de ocupación: las luces sólo se iluminan cuando detectan movimiento. Mientras, los termostatos regulables y las ventanas de doble acristalamiento aislante también ayudan a evitar pérdida de energía. No hay que olvidar tampoco que muchos electrodomésticos, incluso estando apagados, consumen mucha más energía de la necesaria. De ahí que sea aconsejable comprar productos de ahorro energético de clase A.

Nuestra higiene también es responsable del «robo» de energía. Las duchas rápidas son mucho más eficientes que los baños. Y un economizador de agua en la ducha es capaz de reducir a la mitad el consumo de energía. En la lavadora, si lavamos en frío y obviamos el programa de prelavado obtenemos también un ahorro energético del 80%.

En cuanto al coche, basta dejarlo dos días a la semana para reducir la emisión de 725 kilos de CO2 cada año. Y si aún no estamos preparados para uno eléctrico, ya es posible adquirir vehículos que sólo consumen cuatro kilos a los 100 kilómetros. El planeta lo agradecerá. Pero más aún nosotros mismos.

2-1. Un gol de rebote de Nolito da la victoria al Celta

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El Celta de Vigo se reencontró con la victoria después de dos derrotas consecutivas y alargó la mala racha del Sporting, en un mal partido desnivelado por un gol de rebote del internacional español Manuel Agudo ‘Nolito’ a falta de cuatro minutos para el final.

Después de la mala imagen ofrecida en el derbi ante el Deportivo, el técnico argentino Eduardo ‘Toto’ Berizzo se atrevió a retocar su once. El sueco Guidetti y el belga Theo Bongonda, sin minutos en este inicio de curso, fueron las novedades; Wass e Iago Aspas, intocables hasta la fecha, los sacrificados.

La revolución no supuso ninguna mejoría, más bien todo lo contrario, pues por momentos, sin el pulmón de Wass en la medular, su equipo se partió en dos, dejando numerosos espacios en la zona de creación que un indolente Sporting no supo aprovechar.

El tempranero gol de Orellana, tras un espectacular pase de Nolito para Bongonda y posterior centro de éste para el chileno, dio aire a un Celta que en sus últimos partidos ha perdido la frescura y creatividad que mostró en el inicio de curso.

Su dependencia de Nolito y Orellana se agrandó en el duelo, con Iago Aspas en el banquillo y Guidetti desesperado porque no podía explotar su velocidad. Bongonda se mostró demasiado intermitente, pese a rozar el gol con un disparo cruzado y un remate muy forzado al borde del descanso,

El Sporting, que en la primera parte sólo había creado peligro con un remate de Dani Ndi que desvió Sergio Álvarez milagrosamente, dio un paso al frente en el segundo tiempo. Se adueñó del balón y encerró a su rival en su campo, provocando el enfado de los seguidores celtistas.

Los rojiblancos dominaban pero el Celta casi ni sufría. Hasta que Sergio Álvarez le regaló el empate a Carlos Castro, que llevaba menos de un minuto en el campo. Fue un error monumental del portero gallego, demasiado inseguro durante todo el choque.

Al Sporting le pudo durar muy poco la alegría si Jaime Latre señalara lo que pareció un penalti claro por mano del central Luis Hernández. Al Celta no le valía el empate y su entrenador metió a falta de trece minutos a su goleador Iago Aspas.

Y de un pase suyo en profundidad para la carrera de Nolito llegó el gol del triunfo celeste, después de que el despeje del portero Iván Cuellar tocara en el internacional español y acabase en el fondo de la portería asturiana.

Con el Sporting volcado, la conexión Aspas-Nolito volvió a aparecer pero el larguero evitó el segundo tanto del gaditano.

Ficha técnica:

2 - Celta de Vigo: Sergio Álvarez; Hugo Mallo, Cabral, Sergi Gómez, Planas; Augusto Fernández; Tucu Hernández, Bongonda (wass, m.64), Orellana (Señé, m.90), Nolito; y Guidetti (Iago Aspas, m.78).

1 - Sporting: Cuellar; Lora, Luis Hernández, Bernardo, Isma López; Mascarell, Nacho Cases; Halilovic, Dani Ndi (Pérez, m.69), Jony (Juan Muñiz, m.79); y Sanabria (Castro, m.63).

Goles: 1-0, M.15: Orellana. 1-1, M.65: Castro; 2-1, M.84: Nolito.

Árbitro: Jaime Latre (Comité Aragonés). Amonestó con tarjeta amarilla a Cabral, Sergi Gómez, por parte del Celta de Vigo.

Incidencias: Encuentro correspondiente a la decimotercera jornada de la liga BBVA disputado en el estadio municipal de Balaídos ante 18.039 espectadores, según anunció el club vigués.

Carmena y el sexo

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«Me puede. Todo esto, querida Maruja, es absolutamente excesivo. Me desborda. No soy feliz ahora, y eso no es bueno. Te aseguro que, si pudiera rebobinar a febrero pasado, mantendría mi no inicial a presentarme a alcaldesa». La alcaldesa de la capital comenzó la semana matizando estas palabras, incluidas en el libro «Manuela Carmena en el diván de Maruja Torres» (Planeta), que recoge las conversaciones que la periodista y la jueza han mantenido en los últimos meses. Al margen de su felicidad, la ex jueza descubre en estos diálogos su perfil más personal.

«Me parece que el clítoris es un gran invento»

Sobre su matrimonio, Carmena reconoce que «pilló» la moda de los matrimonios abiertos: «Hubo otros novios. El definitivo fue él (Eduardo Leira). Comprenderás que han ocurrido todo tipo de cosas que pertenecen a nuestra intimidad. (...) Horizontes amplios. Siempre. Nos queríamos quedar el uno con el otro, y nos organizamos. Aparte de que, en el sentido más íntimo, Eduardo y yo hemos funcionado muy bien». En materia sexual, reconoce que «a mí el punto G como que no. A mí me parece que el clítoris es un gran invento. Porque eso es lo seguro, lo mires como lo mires».

«Da mucha pena que existan tantas mujeres que no llegan al orgasmo»

En este mismo diálogo, Carmena da su visión de la masturbación en las mujeres: «Ayuda a tener conciencia de uno mismo, de lo que quiere, de lo que necesita. Da mucha pena que existan tantísimas mujeres que no conocen el amor propio y no llegan al orgasmo con nadie. Que siguen identificando el placer físico con el hecho de ser elegidas, de ser la única, del para siempre». Y se lamenta del elevado número de mujeres que, según unos datos que leyó en internet, «fingen» con sus parejas.

«Los hombres tienen que asumir los placeres que hay sin penetración»

Al ser cuestionada por la periodista sobre su postura frente al aborto, la alcaldesa retoma sus reflexiones sobre la sexualidad: «Estoy a favor. (...) El cuerpo de la mujer tendría que disponer de dos botoncitos, dos mecanismos. Uno para el placer y otro para el placer con hijos. Porque los hijos vienen por placer también. Pero que fuera algo deliberado, porque si no, es un barullo. El tema de la penetración clásica limita mucho, los hombres tienen que trabajar aún para asumir la cantidad de placeres que hay sin penetración».

«Mi primera noción de erotismo fue viendo “Sissi Emperatriz”»

«–¿Recuerdas tu primer beso?

–Pues no debió ser con Eduardo.

–¿Y tu primera noción de erotismo?

–Ah, eso sí. Fue viendo “Sissi”. Pero no Sissi a secas, sino “Sissi Emperatriz”, cuando Francisco José besa a Romy Schneider, que se ve una cama de matrimonio. Eso fue, recuerdo la sensación física».

De esta forma rememora su primer recuerdo en este terreno, aunque matiza que «con Sissi, pero ya digo que cuando están casados».

Conforme avanza el diálogo, también se anima a dar consejo a las nuevas generaciones sobre las relaciones afectivas: «Las personas jóvenes tienen que aprender cómo amar, cómo hacer feliz a la pareja y cómo ser felices amando bien. Lo cual, sin duda, tiene mucho que ver con hacer sitio al sexo y sus placeres».

«En el Preuniversitario era la chica a la que no sacaban a bailar»

Al hablar de su infancia, la alcaldesa reconoce que se «tenía por fea». «En el colegio me fue bien, tenía muchas amigas, era muy popular (...). En Preuniversitario resultó diferente. Alguien me mandó un recadito: “Manolita, eres más fea que la mona chita”. Me dolió mucho. Tengo, de aquella época, una sensación un poco diluida de ser la chica a la que no sacaban a bailar». En la Universidad, tal y como relata, las cosas cambiaron: «Éramos una gente enormemente intensa y vivíamos con mucha libertad. Creo que fuimos muy libres».

En otro fragmento del libro, al rememorar su etapa en el Partido Comunista, relata que, al llegar el año 68, «todos nos desmadramos, nos liamos unos con otros y teníamos un ambiente fantástico».

«La cultura hippy del 68 me vino fenomenal para dejar de plancharme el pelo»

Torres y Carmena también abordan cómo las mujeres cuidan su aspecto físico. «No podemos rechazar todo ese mundo de estética porque nos hemos formado, hemos construido nuestra personalidad disfrutando con los tacones, los pendientes, el maquillaje, no pasarse de peso, y todo lo demás». Confiesa que le «encanta» llevar tacones a pesar de las recomendaciones de su médico. Respecto a su maquillaje, subraya que antes «sólo me pintaba los labios y me daba un poco de colorete» y sobre su peinado aclara que «me pilló la cultura hippy del 68, que me vino fenomenal para dejar de plancharme el pelo y permitir que mis rizos naturales recuperaran el protagonismo. Como lo del maquillaje no se llevaba entonces...».

«Si un marido te regala perlas, algo habrá hecho. Hay que desconfiar»

En el arranque del libro, dentro de la conversación que mantienen ambas en el madrileño Hotel de las Letras, la alcaldesa reconoce que le critican los «bolsazos» que lleva a los actos oficiales. Preguntada por si el collar de perlas que exhibió en su audiencia con el Rey fue un regalo de su marido, Carmena niega: «¡No, qué va! Son falsas, compré este collar en los chinos. Si un marido te regala perlas, algo habrá hecho, hay que desconfiar».

El Monte de Piedad vacía su almacén

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Si tiene en mente conseguir dinero a cambio de tus dientes de oro o esa aspiradora antigua del año de su abuela, no pierda el tiempo por el Monte de Piedad. Antiguamente, el organismo abría sus puertas para recibir y empeñar todo tipo de objetos como aspiradoras, libros –como todos recordarán por la famosa canción de la tuna–, guitarras, mantas, y hasta colchones. A día de hoy, empeñar un colchón es algo que no se ve, pero que hace unas décadas era habitual. David Calzado Carmona, Coordinador de Comunicación y Marketing de Fundación Montemadrid, cuenta la anécdota de un señor, residente en Lavapiés que empeñaba su colchón el mes de mayo para comprarse el abono de los toros. Dormía en la tabla durante la feria y en los últimos días de reventas, el señor recompraba el colchón para dormir en él.

«Ésta es una de las memorias que representa todo lo que significó el Monte en la época del hambre», afirma Calzado. «La anterior historia es algo superficial, había gente que empeñaba la cacerola o su abrigo para comer algo y no morirse de hambre. En esa época los ciudadanos empeñaban todo tipo de cosas», explica.

La tradición histórica y cultural de la organización forma parte de miles de ciudadanos, que empeñan sus objetos valiosos con el fin de pagar una universidad a sus hijos, reformar el salón, llegar a fin de mes... El proceso de empeño, que apenas ha variado en los 313 años del Monte, es fácil. No necesitas aval ni gastos de apertura. Todas las tasaciones están certificadas por un personal especializado y titulados profesionales. «Nunca hemos tenido ningún caso de robo», confirma Santiago Gil, director de la entidad, que, además, cuenta cómo antaño el Monte de Piedad era refugio y búnker de la población cuando sonaba la alarma de peligro de bombas durante la Guerra Civil (1936-1939).

A pesar de que actualmente la organización sólo admita empeños de joyas y relojes de acero, el Monte de Piedad alberga, en el fondo del pasillo de la planta menos uno de su sede principal, tras una puerta de cristal blindada, objetos de hace décadas que eran empeñados por los ciudadanos para sus intereses sociales. Entre estos objetos destacan un tocadiscos de los años 70, una máquina de coser guardada en una caja de madera en perfecto estado, un saco antiguo en cuya pegatina puede leerse «hallazgos» y contiene objetos sin especificar, y varias cajas de tamaño mediano que almacenan diferentes relojes de acero. Las cajas de ahora no tienen nada que ver con las que almacenaban las joyas y objetos hace 30 y 40 años. Las de los años 60 y 70 son de metal y de tamaño mediano para poder guardar varios relojes, con un asa encima para coger cómodamente la caja. En la actualidad son más pequeñas, mucho menos pesadas, no tienen asa y son de madera.

Nada más pasar la puerta barroca, unos de los pocos objetos originales que se conservan de la primera casa de la sede, del Monte de Piedad, un guardia de seguridad te abre una segunda puerta para acceder a la zona de tasación. Al traspasarla encontramos una larga fila de asientos y, a la derecha de la sala, varias cabinas, numeradas, están al servicio de los clientes. Parece un supermercado de esos en los que coges tu número y esperas impaciente el turno para pasar por caja.

Detrás de las largas filas de asientos y las cabinas de tasación, una puerta de madera separa a los clientes de esta sede de las oficinas directivas y el laboratorio donde se encuentra la coordinadora de tasadores, María Pérez. Este laboratorio se encarga en revisar y analizar a fondo aquellas piezas que los tasadores tienen cierta dificultad para determinar su valor. «De todas las joyas que han pasado por esta casa de empeños, la bañera de bautismo del siglo XVIII Y XIX perteneciente a la familia imperial rusa es, sin lugar a dudas, el objeto más importante», cuenta María Pérez. Dejando en un segundo plano el valioso objeto de la familia imperial rusa, Pérez afirma que también hay otras muchas piezas únicas de gran valor como: una tiara del siglo XVIII de plata y oro con todas las piezas de la corona numeradas y un sensacional zafiro de Ceilán de 18.95 ct, entre otros. Para almacenar joyas de tal importancia, Monte de Piedad cuenta con un sistema de seguridad robotizado. Un bunker de alhajas y relojes que conserva años de historia y cultura en forma de abrigos, colchones, máquinas de escribir y mantas.

Actualmente, Montepío cuenta con cerca de 60.000 clientes y realiza unas 150.000 operaciones al año. El 95% de las personas que empeñan deciden recuperar sus joyas y tan solo el 5% entran en subasta. El gran número de clientes y operaciones permite al Monte de Piedad destinar, fiel a su ideario, el 100% de sus beneficios a la Fundación Montemadrid, entidad privada que trabaja en ámbitos como la cultura, la solidaridad, el medio ambiente y la educación. Esta entidad, Montemadrid, cuenta con centros socioculturales como La Casa Encendida o la Casa San Cristóbal, en Madrid, además de mantener a escuelas infantiles y colegios. El año pasado, en 2014, el Monte de Piedad aportó 10.000.000 de euros a la fundación Montemadrid para acciones sociales.

Los atentados de París cierran las puertas de Europa

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«No podemos acoger más refugiados en Europa, no es posible». Los atentados de París han traído este tipo de declaraciones al seno europeo no sólo desde los países que ya se mostraban contrarios a la acogida de demandantes de asilo, sino desde el propio corazón de la nación, cuyo lema es la libertad, la igualdad y la fraternidad. El primer ministro francés, Manuel Valls, así lo señalaba tras el 13-N. En Bruselas la respuesta fue automática: tanto desde el Ejecutivo comunitario como desde las asociaciones que día a día trabajan con los refugiados se quiere zanjar un debate «que no tiene sentido». Ligar el terrorismo con los demandantes de asilo tiene tanta sinrazón como que los refugiados huyen precisamente de este tipo de horror en sus países. «Este tipo de mensajes siembran socialmente amalgamas peligrosas, perniciosas, que equiparan los refugiados y los demandantes de asilo e inmigrantes con terroristas», declaraba el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, en respuesta a Valls.

Pero a pesar de los mensajes de la Comisión Europea y de Alto Comisionado de Naciones Unidas (Acnur), los estados van cerrando sus puertas. La UE prevé que tres millones de refugiados llegarán hasta final de 2016 a suelo europeo y son muchos los países que han puesto límites a su acogida.

El Gobierno francés reconoció ayer que sus Fuerzas de Seguridad han impedido la entrada en el país a más de mil personas tras el 13-N. Suecia ha cambiado su política casi de forma radical. Ha pasado de ser junto a Alemania el segundo país que más refugiados acogía a endurecer las medidas por verse completamente saturado. «Necesitamos un descanso», reconocía la viceprimer ministra, Åsa Romson, quien también llegó a llorar en la rueda de prensa al anunciar: «Ya no se puede hacer más».

Alemania también ha frenado su lema «Bienvenidos, refugiados». Este año ha recibido un millón de demandantes de asilo y en el país empieza a generarse descontento por la llegada masiva de refugiados. En lo que va de año se han producido más de 700 incidentes, con una creciente ola xenófoba contra los demandantes de asilo. Aunque la canciller alemana, Angela Merkel, insiste en su política de puertas abiertas –aunque son muchas las voces en Bruselas que reconocen que podría costarle el Gobierno–, el ministro del Interior alemán, Thomas de Maiziere, ha defendido que Europa debería fijar un tope en el número de refugiados que acoge y buscar a aquellos que claramente requieren protección. «Cuando la cuota se cumpla, no habrá más entradas», dijo.

Si Francia, Suecia o Alemania, que lideraban el bloque solidario para la acogida de refugiados, ven cómo se tambalean sus propuestas iniciales, los países que siempre se han mostrado contrarios a la acogida de sirios o afganos que huyen de la guerra aprovechan para endurecer sus políticas. Es el caso de Hungría o Polonia. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, ha considerado directamente que todos los terroristas son inmigrantes y que todos ellos, sin distinción, «presentan una amenaza para la seguridad». Antes de los atentados de París, Hungría elevó dos muros: uno en la que es también la frontera exterior de la UE y otro en su frontera con Croacia, que no pertenece a Schengen. Nada ilegal que sus socios no hayan sabido cómo frenar y ahora, tras el 13-N, ha pedido incluso que se suspenda Schengen, al igual que hizo la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen. Francia ha dejado en «stand by» de forma temporal Schengen tras decretar el estado de emergencia; controla por lo tanto sus fronteras, como lo permite el propio código europeo siempre que sea limitado en el tiempo. Otro de los países que ha planteado sus dudas tras los atentados de París ha sido Polonia. «Los ataques hacen que se replantee la necesidad de revisar de forma profunda la política europea contra la crisis de refugiados... Aceptaremos refugiados, pero sólo si tenemos garantías de seguridad», señaló Konrad Szymanski, ministro de Exteriores polaco. El país se comprometió a acoger 4.500 refugiados, pero su postura podría volver a sumarse a la del grupo de Visegrado. Otros países como Eslovenia, Croacia, Serbia o Macedonia están filtrando la llegada de refugiados, admitiendo solamente a sirios, iraquíes y afganos. De hecho, ayer el Gobierno macedonio dio la orden al Ejército de construir una valla fronteriza con Grecia, para así frenar la oleada de refugiados y la Policía tuvo que usar después gas lacrimógeno y granadas de conmoción contra los migrantes concentrados en la frontera, entre los que cundió el pánico a quedar atrapados.

La gestión de los refugiados será ampliamente tratada hoy al más alto nivel en la cumbre que ha convocado el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, con las autoridades de Turquía. El objetivo es frenar la afluencia masiva de demandantes de asilo a la UE y que Turquía pueda gestionarlos en su territorio. Bruselas ofrecerá a Ankara 3.000 millones de euros, eliminar los visados a los turcos e impulsar la negociación de adhesión a la UE, siempre que el Ejecutivo de Erdogan se comprometa a frenar la llegada de refugiados a Europa. Previsiblemente el presidente no acuda a la cumbre y deje paso al primer ministro, Ahmet Davutoglu, más moderado, para representar al país. En suma, la UE continuará las conversaciones de adhesión a cambio de atajar la crisis de los refugiados a través de un plan conjunto.


Los amigos políticos de Rivera

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Es la figura emergente, y maneja el arte de la dialéctica entrenada en sus años de la liga universitaria de debate. Además del terreno político, al líder de Ciudadanos se le conoce su cordialidad incluso con el adversario. En algunos casos, ese buen trato ha llegado a sobrepasar las siglas forjando una amistad. Y es que suelen decir los que participan en las tertulias y debates televisivos que las publicidades dan lugar para tender puentes. Ciudadanos se reivindica como el centro y Rivera se apoya en el recuerdo de Adolfo Suárez, a quien admira y, aunque suele decir que no cree que se le pueda comparar, lo vería como «un gran elogio». Para él, Suárez hubiera sido uno de sus amigos políticos. Entre estas amistades, Rivera mantiene una buena y estrecha relación de amistad con el ex presidente del Congreso de los Diputados y ex ministro José Bono. El que también fuera ex presidente de Castilla-La Mancha se deja ver en los desayunos informativos y comidas coloquio en las que participa el líder de Ciudadanos. El propio Rivera llegó a decir que comparte con Bono eso de que el político no puede estar más cerca de quien confecciona las listas que de los ciudadanos. Por su parte, Bono define a Rivera como una persona «sensata» y escenificó su apoyo al líder de C`s antes que al propio PSC durante la campaña catalana. El líder de la formación naranja reconoce que como oradores sus favoritos son Suárez y Felipe González, pero en las entrevistas es a Bono a quien admira.

Antes de lo que llaman en C`s «la conjura de los Goya», cuando decidieron impulsar el partido a nivel nacional en los teatros de Madrid hace ya dos años, Albert Rivera aún no tenía trato ni con Rajoy ni con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Ahora mantiene una relación cordial con Sánchez que se vio reforzada tras el apoyo de investidura del partido naranja a la presidenta de Andalucía, Susana Díaz. En los pasados premios Planeta Rivera y Sánchez posaron juntos y, a pesar de que ahora escenifiquen su rivalidad en el terreno político, luchando por casi un similar espacio electoral, su relación suele ser fluida. Sánchez ha definido a Ciudadanos como «una derecha moderna» con la que incluso estaría dispuesto a pactar.

Durante su época como diputado autonómico en el Parlamento Catalán, Rivera también forjó una estrecha amistad con el diputado del PSC y miembro de la Mesa Higini Clota. Ambos se profesaban una admiración mutua. Una relación de amor y odio fue la que Rivera tuvo con la ex líder de UPyD Rosa Díez. A pesar del cortejo político del líder de Ciudadanos, empeñado en aunar esfuerzos con la formación magenta, Díez le dio calabazas viendo en la estrategia de Rivera un intento de fagocitar a su partido. Sin embargo, con su sucesor en el cargo, Andrés Herzog, se ha abierto una nueva vía, al menos diplomática. Según la conversación que ha mantenido este periódico con el nuevo líder de UPyD, Rivera le parece una persona «cordial y educada», a quien ha conocido a raíz de actos públicos. «Ni hemos comido juntos, ni tenemos amigos en común, ni hablamos por teléfono», explica. «De todos modos entre los políticos no hay malas relaciones, otra cosa es que públicamente discrepemos». Este caso es el que se produce con la presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes. Ella misma no tiene ningún reparo en afirmar que Rivera y ella se conocen «desde hace años», llegando incluso a considerarlo un «buen amigo». Pese a esto, en octubre tuvieron un «rifirrafe» en el que Cifuentes vio «sin sentido» que C`s votase en contra de sus propuestas, mientras que él pidió al PP ser «más generoso». Es posible que por este motivo, en reuniones privadas «no hablen de política». El pasado 12 de octubre, en los salones del Palacio Real, la presidenta madrileña definió a Rivera ante los periodistas como «la estrella» del día, y políticamente llegó más allá. «Si Sánchez le hace ojitos, yo también». Fuentes del entorno de Cifuentes aseguran que, si pactó con el líder regional de C´s, Ignacio Aguado, esa puerta se mantiene abierta a nivel nacional.

Con el líder de Podemos, Pablo Iglesias, a pesar de que ideológicamente mantienen grandes diferencias, Rivera comparte sintonía generacional y un trato coridal que se refleja en los intermedios de sus debates.

Guerra en la CUP para decidir la investidura de Mas después de las generales

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Todas las miradas políticas, tanto catalanas como españolas, están dirigidas hoy domingo, día de Santa Iluminada, a Manresa, ciudad en la que la Candidatura de Unidad Popular celebrará su Jornada de Debate Nacional. De lo que salga de esta asamblea depende el devenir de los acontecimientos políticos de los próximos meses. O semanas.

La asamblea, a la que ya se han inscrito más de 2.000 militantes y simpatizantes de la CUP, tendrá un carácter informativo y consultivo y, por tanto, no vinculante. La Comisión Negociadora presentará su informe sobre las negociaciones con Junts pel Sí, que será valorado de forma individual por los diez diputados presentes en el Parlament. Después del debate, se abrirán las puertas a los medios de comunicación y se podrán escuchar las conclusiones de la asamblea.

Cuatro son los ejes oficiales sobre los que girará el debate: mantener el «no» a Mas; favorecer su investidura a cambio de la asunción, por parte de Junts pel Sí, del plan de choque de medidas sociales; convocatoria de nuevas elecciones, y valoración de otros escenarios, como la posible abstención de Catalunya Sí que es Pot para evitar una nueva convocatoria electoral. Sin embargo, un elemento, no escrito, sobrevolará el debate en torno a la siguiente cuestión: ¿es necesario tomar una decisión ahora, antes de las elecciones generales, o se puede posponer hasta después del 20-D?

Según fuentes del entorno de la dirección de la CUP, la opción que coge cuerpo es que la decisión sobre la investidura de Artur Mas se tome tras los resultados del 20 de diciembre. La CUP no se presenta a las elecciones y no recomienda el voto para ninguna opción, pero tampoco quiere que Cataluña se convierta en el epicentro de la campaña porque «esa carta» puede favorecer las opciones del PP y Ciudadanos. La organización de izquierda independentista considera que investir a Mas o no hacerlo de forma definitiva pondría a Cataluña en el centro del debate electoral, lo que sería perjudicial para las aspiraciones de la formación. Los «cuperos» prefieren esperar al resultado electoral para tomar la decisión más adecuada: haya cambio de Gobierno –lo más esperado– o no, lo que está claro es que hay «un nuevo escenario político», según las fuentes consultadas.

Sería en este momento, tras el 20-N, cuando la CUP tomaría su decisión. La tomaría el Secretariado Nacional, la dirección política, y no la asamblea, aunque hay disparidad de opiniones sobre esta cuestión. Si esta tesis se impone, como todo parece indicar, Artur Mas se comerá los turrones de Navidad como presidente en funciones y con un futuro más que incierto. Tanto Junts pel Sí como el propio Mas han redoblado la presión sobre la CUP en estos días previos a la asamblea pero no parece que consigan doblegarlos y que Mas vaya a ser investido antes de la campaña electoral. Para Mas, esta investidura significaba su consolidación al frente del Gobierno de la Generalitat y daba un empujón a Democracia y Libertad, nueva marca de CDC, en las generales.

La CUP no es un partido al uso, es un movimiento político, por lo que su sistema de funcionamiento es complejo, diferente al de los partidos al uso y, también, puede ser imprevisible. A la Asamblea asistirán más de 2.000 personas, pero sólo una pequeña parte son militantes de la CUP de forma directa. Según datos oficiales, su afiliación se sitúa en torno a los 1.400 militantes, por lo que la gran mayoría de los que acudirán a Manresa son militantes de asambleas locales o sectoriales que dan su apoyo al movimiento independentista.

La fuerte presión mediática de estos últimos días ha avivado el debate en el seno de la CUP y ha provocado que aparezcan disensiones internas entre los dos partidos mayoritarios del mundo independentista radical –Endavant y Poble Lliure– pero no mayoritarios en la asamblea, a causa de la doble vía de representación. Eso no es óbice para que el debate sea intenso entre partidarios y detractores de apoyar la investidura de Artur Mas. Ante esta dicotomía, la dirección de la CUP prefiere esperar acontecimientos no invistiendo ahora a Mas y dejando la puerta abierta a hacerlo tras las elecciones generales. Además, este planteamiento puede ser un bálsamo para sosegar el debate interno que, si no se calma, puede llevar a la fractura en la organización.

España ha entrenado a 23.000 soldados para luchar contra el terrorismo

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«Enseñar a pescar y no dar pescado». Es la tesis que se ha repetido en las últimas misiones en las que han participado las Fuerzas Armadas españolas y la idea que ha defendido en multitud de ocasiones el ministro de Defensa, Pedro Morenés. Y con esta premisa, la de adiestrar a los ejércitos de otros países para que sean capaces de garantizar su propia seguridad, los militares españoles han entrenado desde 2007 a 22.954 efectivos de naciones que sufren directamente la amenaza del terrorismo, como Afganistán, Irak, Mali o Somalia, entre otras.

Una de las misiones de formación más recientes es la de Irak, en la que España participa desde enero como parte de la Coalición Internacional contra Daesh y en la que en la actualidad hay 301 efectivos desplegados. Desde entonces, los militares españoles han adiestrado a un total de 7.466 soldados iraquíes en tres escenarios distintos: en Besmayah (donde se encuentra la Base Gran Capitán), en la base aérea de Taji y en el Baghdad Diplomatic Support Center de la capital.

En el primero de ellos trabajan en la actualidad los efectivos de la Brigada Paracaidista (BRIPAC) –anteriormente lo hizo la Legión– impartiendo cursos a diferentes unidades iraquíes. Los «profesores» españoles han dado clases de conducción, armas pesadas, inteligencia, transmisiones o sanidad a los efectivos de la Brigada 92, de la 75, a unidades de Artillería o a las de ingenieros, siendo los más numerosos los pertenecientes a la Brigada 92 (702 alumnos) y el personal del Mando de Operaciones de Bagdad (262). El primer contingente español (BPC-I), de la Legión, instruyó entre el 22 de febrero y el 16 de julio a 1.292 efectivos, mientras que desde esa fecha la BRIPAC ha adiestrado a unos 1.700 militares iraquíes, entre ellos los pertenecientes al primer batallón del Comando de Operaciones de Basora.

Mientras, en Taji y en Bagdad son los efectivos de los Grupos de Operaciones Especiales (GOE) los encargados de instruir a los iraquíes en técnicas de Comando. El primer contingente, del GOE Valencia III, impartió hasta agosto cursos de tiradores de precisión, desactivación de explosivos, comunicaciones o emergencias a 3.274 efectivos de las Fuerzas Especiales iraquíes. Y desde agosto, el personal del Cuartel General del Mando de Operaciones Especiales (MOE) del Ejército de Tierra ha hecho lo mismo con 1.200 soldados iraquíes, realizando también cursos de reciclaje.

Dos años antes, los militares españoles comenzaban a dar clases en el Sahel, en Mali. Fue en febrero de 2013 cuando arrancó la participación de España en la misión de entrenamiento de la UE en este país (EUTM-Mali) con el objetivo de adiestrar a varios Grupos Tácticos Interarmas (GTIA) en diferentes capacidades. Nuestro país se encarga de la enseñanza de artillería y morteros y de los cursos de operaciones especiales con un contingente que en la actualidad asciende a 110 efectivos. En todo este tiempo, han instruido a seis de estos grupos con un total de 4.072 alumnos, a otros 438 de una unidad mixta, a 127 efectivos del área de Inteligencia, a 70 como parte de un curso de formación de formadores, a 40 jefes de compañía y han reentrenado a 2.117 soldados, entre otros. En total, los uniformados españoles han adiestrado a 7.053 malienses para que combatan en el norte a los insurgentes.

Y aunque es una operación menos conocida, las Fuerzas Armadas participan desde 2010 en la misión de entrenamiento de la UE en Somalia (EUTM-Somalia). Se trata de uno de los países más peligrosos del mundo que vive bajo la amenaza del terrorismo de Al Shabaab, grupo vinculado a Al Qaeda que ha visto como una de sus facciones juraba lealtad a Daesh. En estos cinco años, los instructores españoles han adiestrado a 4.837 soldados somalíes en todo tipo de capacidades y técnicas, desde aspectos de Policía Militar a inteligencia. Hasta 710 alumnos llegaron a tener entre el 25 de mayo de 2010 y el 3 de febrero de 2011 en el curso de iniciación.

Sin salir de África, los militares españoles también llevan a cabo tareas de adiestramiento puntuales con países con los que mantienen buenas relaciones, principalmente en el área del Golfo de Guinea, donde la piratería y los tráficos ilícitos son ya una constante. Así, por ejemplo, en Cabo Verde han adiestrado a 33 efectivos de operaciones especiales y en Senegal a 59 en técnicas de comando, tiradores de precisión o explosivos. Además, han formado también en actividades relacionadas con el terrorismo a otros seis argelinos. Mientras, y aunque se trata de un asesoramiento más dirigido a miembros del Gobierno y Ministerio, otros 22 militares españoles también enseñan en el marco de la misión de mentorización de la UE en República Centroafricana (EUMAM-RCA).

Por último, no hay que olvidar otra «clásica» misión de las Fuerzas Armadas ya prácticamente finalizada: la de Afganistán. Aunque España llegó al «avispero» varios años antes, entre 2007 y 2013 adiestró a efectivos de las brigadas del 207 Cuerpo del Ejército afgano y a los policías del país. La mayoría de cursos se impartieron en Qala i Naw y en ellos participaron cerca de 3.500 soldados y agentes afganos.

La yihadista detenida iba a Afganistán para formar células en Cataluña

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La joven de 24 años detenida ayer por la Guardia Civil en Granollers (Barcelona) en el curso de una operación contra el terrorismo yihadista iba a viajar en los próximos días a Afganistán con el fin de recibir un curso de incorporación a las células de Daesh, cuya finalidad es trasmitir informaciones para que otros cometan atentados o se suiciden con cinturones explosivos contra objetivos previamente marcados por la organización.

Daesh, tal y como adelantó LA RAZÓN, ha decidido formalmente incorporar a las mujeres al «combate» y no relegarlas al papel de amas de casa y tener hijos.

En el caso de la joven de Granollers, todo hace suponer que, una vez recibida la formación en el cursillo, retornaría a Europa como integrante de una célula de información o para suicidarse con un cinturón explosivo. El hecho de ser española, conocer nuestro idioma y el catalán, además del árabe, es algo a tener en cuenta sobre los objetivos que debía vigilar o asesinar.

Esta detención tuvo lugar ayer en el desarrollo de una operación contra el terrorismo yihadista de la Guardia Civil en Barcelona; la primera contra individuos en libertad tras la masacre de París, que podría aportar importantes datos sobre la estructura islamista en Cataluña, según fuentes consultadas por LA RAZÓN. Es conocido que los individuos que pertenecen a estos grupos utilizan plataformas legalizadas para sus fines ilícitos dada la cobertura «oficial» con la que cuentan. En las próximas horas, la Benemérita tomará declaración a otras cuatro personas por su presunta relación con los capturados. De hecho, en una nota hecha pública ayer por el Ministerio del Interior se indica textualmente que «los investigadores tratan ahora de determinar la extensión completa de la estructura de personas que se ocultan detrás de los numerosos perfiles en redes sociales e identidades virtuales, y las actividades concretas relacionadas con el envío de militantes a zonas en conflicto en las que podrían haber participado».

En la operación, desarrollada en la noche del viernes al sábado, participaron agentes de la Jefatura de Información de la Guardia Civil, en colaboración con efectivos de diferentes unidades de la Zona de Cataluña y de la Comandancia de Barcelona. También fueron detenidos dos hombres y una mujer –sobrina de uno de los primeros– implicados en una red de captación y reclutamiento de personas para su incorporación a Daesh.

Los dos hombres, de 32 y 42 años de edad y naturales de Tánger (Marruecos), residían en España desde 2013, en un mismo domicilio de Barcelona, ciudad en la que fueron arrestados y desde donde se dedicaban, a través de diferentes plataformas virtuales y redes sociales, a difundir el ideario extremista de Daesh y a captar adeptos para enviarlos a zonas de conflicto, en este caso, Afganistán. En un momento de la detención, el hermano de uno de ellos intentó introducirse en el coche de la Benemérita, lo que fue impedido por los agentes.

La mujer, de origen magrebí, de 24 años de edad y natural de Granollers, había experimentado un proceso de radicalización que la había llevado a compartir completamente la estrategia de los grupos terroristas.

Afganistán es un país de gran interés para el Estado Islámico, que trata de controlar a través de la «wilaayat» (provincia) de Khorasan, que tiene su sede en Pakistán, pero incluye también territorios en el vecino Afganistán y los países del norte. El grupo, según expertos antiterroristas, tiene cierta capacidad operativa a lo largo de las zonas fronterizas entre Afganistán y Pakistán, zona en la que el Estado Islámico trata de captar nuevos «combatientes». El anuncio de una «wilaayat» en esa región puede ser visto como un movimiento más de propaganda contra Al Qaeda en el corazón del grupo que como un intento serio de tomar territorio significativo.

La Guardia Civil mantenía abierta una investigación sobre esta red desde hace varios meses en el marco de las pesquisas sobre las comunicaciones entre miembros de Daesh y seguidores residentes en España. «La compleja labor de investigación de la actividad cibernética ha permitido descubrir la existencia de diversas plataformas de mensajería instantánea donde se llevaba a cabo una intensa labor de radicalización a varios grupos de mujeres».

Manuel y Antonio: toma el dinero y corre

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Ochocientos mil euros. Eso es lo que se “embolsaron” los protagonistas del spot navideño más comentado de 2014. Pasado un año, ni rastro queda de ese botín. Un cortometraje dirigido por Tuti Fernández recrea, con un humor corrosivo, el devenir de ambos protagonistas. En él aparece el camarero, Antonio solo y explica con tono melancólico que Manuel, tras recoger el décimo que le regaló Antonio, ni siquiera pasó por casa: “Me agarraste del brazo y dijiste: “Ahí se pudra esa amargavidas”, en referencia a su mujer.

Antonio continúa narrando: “Si es que me lías Manu, me lías...En menos de dos horas estábamos en Ibiza en un jacuzzi con cuatro “jamelgas” y medio kilo de perico. Y venga “jamelgas” y venga perico”. Antonio ha ido a visitar a la mujer de su amigo, que tras ser abandonada, está ingresada en un psiquiátrico. Y lo que le viene a dar no son las sobras del dinero sino una urna con las cenizas de Manuel. Ella pregunta: “¿Pero cómo ha sido?” a lo Antonio replica, en un guiño que recuerda a las películas de Álex de la Iglesia: “Pues no sé muy bien, había un enano, una cabra, cinco o seis “travelos”, un señor de Salamanca...”.

En realidad, esta historia tan surrealista que arrancará más de una sonrisa tiene una moraleja: “Si te toca este año, no desparrames”. Toma nota, Justino.

Guerra por el imperio de David Álvarez

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«Hice siempre lo que mi conciencia me dictó», nos afirmaba hace un año David Álvarez, y serviría de epitafio. Con las banderas a media asta, desde el viernes y durante tres días, hay luto oficial en el pequeño pueblo leonés de Crémenes. Ayer, a la una de la tarde, se celebraba la misa funeral en la única iglesia, la de San Pedro Advincula, en el pueblo natal del empresario. Después, y como es la costumbre, los aproximadamente 100 vecinos, más los directivos desplazados, viuda e hijos, acompañaban en procesión al féretro hasta el cementerio, donde era enterrado el creador del Grupo Eulen en el panteón familiar junto a sus padres: Emilio y Eladia, y a sus dos esposas anteriores: María Vicenta Mezquiriz, madre de sus siete hijos que murió en 1985, y Teresa Vidaurrázaga, fallecida en 1999, con la que no tuvo hijos y ejerció de secretaria años antes de contraer matrimonio con David Álvarez. Un hombre que afirmaba a LA RAZÓN: «El triunfo lo llevo yo por dentro porque duermo muy bien. Mi mujer dice que tardo cinco minutos en dormir y me tienen que despertar». El jueves cerraba los ojos y ya no los volvería a abrir.

Tenga conmigo caridad

Cuando hace un año el empresario nos concedía una entrevista, me sorprendía entrar en su despacho y ver un retrato de sus siete hijos encima de su mesa, dada la mala relación con cinco de ellos; una antigua televisión de cuando el plasma era ciencia ficción («soy austero completamente»), y una foto de su pueblo leonés. Tras dos horas largas de conversación, terminaba con un ruego: «Después de tantas cosas como le he contado, le pido que tenga conmigo una cierta caridad». Puede que esta crónica la escriba con síndrome de Estocolmo más que con caridad, pero sí es seguro que la redacto como un reconocimiento a la grandísima generación de hombres y mujeres que se dejaron la piel por sacar a este país adelante y que vamos perdiendo.

Una generación, la de los Pascual, Fernández López, José Luis el tabernero o el propio Álvarez, gente emprendedora que no eran ricos herederos, sino personas que con una mano delante y otra detrás comenzaron lustrando zapatos, vendiendo galletas en los trenes o dando clases con una obsesión: ofrecerles a sus hijos lo que ellos no habían tenido. «Usted no piense que soy un prototipo. Sólo un hombre normal con todos los defectos y como tengo que pagar las nóminas de 82.000 familias todos los meses, sigo al frente de la empresa porque no tengo necesidad de jubilarme. La necesidad no es mía, es de otros que necesitan que yo esté aquí porque soy el creador de todo esto y la gente en quien confía es en mí. Saben que si estoy cogiendo la manfera del arao, el arao irá por el camino que yo quiera. Los padres están hasta que se mueren, no se jubilan nunca, los jubilan los hijos». Una herencia que fue la cultura del esfuerzo y si eras espabilado podías acogerte a las becas para estudiar: «Mi padre ganaba 300 pesetas y éramos cinco hijos, yo tenía 17 años y no podía pagarme los estudios de ingeniero de Telecomunicaciones en Madrid porque la beca del Estado nunca llegaba a tiempo, así que no continué. La necesidad es buena escuela. Con 18 años regresé a Bilbao y con 19, ya tenía una academia que se llamaba Minerva, diosa de la sabiduría, que llegó a tener 1.000 alumnos». A Minerva se la representa con un búho, que es la imagen de Eulen, el grupo que funda y que llevaban él y su hija María José, junto a Enebro, en el que se agrupan los hijos disidentes, Pablo, Juan Carlos, Emilio, Elvira y Marta, que apenas tiene una docena de empleados; curiosamente, ambas sedes comparten espacio en la calle Gobelas de Madrid. Desde luego, David Álvarez era un hombre hecho a sí mismo que las cogía al vuelo. «Compré las bodegas porque el nombre de Vega Sicilia vendía lo que yo quisiera. La Casa francesa Dior nos pidió el color Vega Sicilia en exclusiva para hacer prendas y no se lo dimos». Lamentablemente, parte de su historia se ve empañada por el conflicto familiar que arrastraba desde 2009, a raíz de su tercera boda con la mujer que ejercía de secretaria en su despacho, Maite Esquisabel, 25 años más joven, con la que se casó en régimen de separación de bienes y que ha sido marquesa de Crémenes un año y medio. «Ella será marquesa mientras viva y sea viuda; si se vuelve a casar, lo perderá», nos aclaraba.

Un marquesado vitalicio concedido al empresario pocas semanas antes de abdicar el Rey Juan Carlos. Maite fue la primera en enterarse: «Lo primero que hice fue decirle que era marquesa y no reaccionamos, ni saltamos, ni abrimos botellas de champán. Mi madre seguro que hubiese llorado dos días enteros, pero no de alegría, me hubiese dicho: “David, que nosotros no somos de eso, ten cuidado, que te traerá disgustos”».

Cuando David Álvarez, a sus ochenta años, decide ir retirándose para disfrutar con su tercera mujer de unas vacaciones que hacía 50 años que no tomaba, comenzaron los problemas con varios de sus siete hijos. Al parecer, al patriarca no le gustaba cómo llevaban las empresas y decidió retomar el control. Se encontró que cinco, Pablo, Juan Carlos, Emilio, Elvira y Marta, le plantaron cara. «Yo tengo un problema familiar con algunos de mis hijos que están fuera de mi jurisdicción porque han querido andar solos y sin mi autorización», nos decía en mayo de 2014. Es el motivo por el que seguramente el Rey Juan Carlos le concedió el título de marqués de Crémenes de forma vitalicia: «Considero que Su Majestad ha entendido que tengo los méritos profesionales y humanos para nombrarme marqués y como lo entiendo así, así lo admito y lo agradezco, pero mi mayor título ha sido ser hijo de mis padres y ser leonés». Curiosamente ejercía de leonés a pesar de haber salido con tres años de su pueblo y haberse criado en Bilbao, donde tenía a su sastre y el carné número 126 del Athletic. Hace un año ironizaba: «Hoy sería el dos porque los otros se han muerto. No voy al fútbol y tengo dos palcos, uno en el Madrid y otro en el Atlético, pero van los invitados. Las muchedumbres me asustan. He sido valiente para muchas cosas de la vida, pero meterme entre mucha gente me descentra».

Destellos de una santa

Quizá el dolor que a un hombre le producía la «disidencia» de cinco hijos pudiera haber agravado sus males porque de lo que estaba orgulloso, además de lo que había conseguido con su trabajo, era de sus padres y de su lealtad hacia ellos: «Estoy orgulloso de ellos, sobre todo, de mi madre, que tenía destellos de ser santa. La he visto en esa época del hambre, viviendo en Bilbao, cómo salía a la puerta de mi casa con un plato de comida para dárselo al pobre que llamaba y estoy seguro de que muchas veces les dio lo de ella. Ahí se forja el espíritu de sacrificio, la cautela y la austeridad. Jamás la vi discutir y así murió. El reconocimiento como marqués es para ellos porque soy el producto de mis padres. Ellos son los que me han traído hasta aquí, junto a muchos hombres leales que han estado y están conmigo».

A alguno de esos hombres leales le tocará lidiar ahora con la herencia personal de David Álvarez. Un testamento que se abrirá en unos quince días y con en el que es posible que a los cinco hijos díscolos tengan que conformarse con la legítima y aceptar que sea su mano derecha, confidente y sucesora, su tercera hija, María José, la mayor beneficiaria del enorme patrimonio paterno, al haber estado siempre incondicionalmente a su lado: «Ella es mi mano derecha», afirmaba hace un año y también, su viuda, Maite. Un patrimonio que incluye obras de arte y libros incunables, una finca en El Escorial, un molino y distintas propiedades en Crémenes, una mansión en la urbanización La Florida o una carpeta de acciones importante. Desde ayer, descansa junto a sus padres y sus dos esposas anteriores en el cementerio de Crémenes, en ese pueblo de 120 habitantes, bañado por el río Dueñas.

Ana Ojeda: "Si yo puedo correr a mi edad, puede cualquiera"

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Hay un refrán muy español que dice que nunca es tarde si la dicha es buena. Y está claro que la dicha puede llegar a cualquier edad. Por ejemplo, a los 66. Está claro que con esos años no se es «viejísimo», en este siglo XXI, en el que todos hemos rejuvenecido diez, pero ya se ha entrado, por decreto, en la edad de jubilación y tarjetas doradas, donde muchos empiezan a tirar la toalla. Ana Ojeda, no. Todo lo contrario. Ha llegado a esos años en mejores condiciones que muchos de los nacidos una o incluso dos décadas después que ella. Y lo ha hecho gracias a su carácter, a sus ganas... ¡y a haberse entregado a la carrera! Como lo leen. El running bendito, para tantos no sólo tabla de salvación sino también de regeneración. Y como muestra, Ana Ojeda, que llegó a los 56 sin haber practicado nada de deporte y, a partir de ahí... «Me apunté a un gimnasio y descubrí el deporte. Primero hice yoga, luego a pilates, después escalada y, finalmente, a correr».

Dice Ana que hasta entonces iba de vez en cuando a un gimnasio pequeñito, por aquello del mantenimiento, pero nada más. «Nada de nada, ahora todo el mundo se cree que llevo toda la vida haciendo deporte, pero ni lo había probado». Pero llegan los 56 y aunque ni le habían rozado las crisis de las decenas y se sentía en plena forma pese a no haber movido un músculo jamás, le entra la furia de correr. «No sé qué es exactamente lo que me empezó a gustar. Se habla mucho de las endorfinas, de que es como una droga. Y la verdad es que cuando empiezas a correr te enganchas y no lo puedes dejar. Yo no sé si será como una droga, pero una especie de fiebre, sí que es». Una fiebre más bien asociada a otros años, en los que los huesos están más nuevos, y en los que no amenazan las roturas y las lesiones; pero eso Ana, por ganas o por inconsciencia, ni se lo pensó, por mucho que hubiera quien se lo recordara. «Me decían de todo. Que si me iba a pasar esto, que si me iba a pasar aquello, pero en los diez años que llevo corriendo sólo he tenido una lesión. Y más bien creo que ha sido por no haber hecho deporte. Los de mi edad que han hecho deporte toda la vida lo tienen todo roto. Yo todavía lo tengo todo nuevo».

Nuevo y en perfectas condiciones. Tanto como para haber corrido infinidad de carreras populares. Pero, digo yo que no empezaría con los 42 kilómetros de una maratón... «Nooo, empecé con la carrera de la mujer de 5 kilómetros. Al año siguiente me pasé a la de 21, que es media maratón, y después con el maratón, que son 42 y es lo más de lo más».

En estos diez años, Ana ha ganado una media de dos copas anuales. Así que tiene una mesa llena de trofeos, donde se cuentan unos veinte, además de las medallas que dan en todas las carreras simplemente por acabarlas, que ya es un mérito. «Claro, pero es que en mi categoría somos muy poquitas corriendo. Mujeres de mi edad que corren hay muy pocas... Así que yo soy toda una atracción». Eso será, cuando dice su edad. Porque ¡hay que ver el tipazo juvenil que tiene! Y, según cuenta, tiene el corazón como Indurain, así que no es raro que recomiende correr. «Claro que sí. Lo recomiendo porque es un ejercicio muy completo. Y hay quien dice que te puede estropear las articulaciones pero también quien asegura que las refuerza. Hombre, no se trata de que te pongas unas pruebas tremendas, hay que ser un poco prudente. Pero, en general, es un ejercicio que incluso a la gente que no corre porque no puede o porque le da pereza, le da envidia. A mí no sabes la cantidad de niñas que me la tienen...».

No es raro, viéndole ese aspecto tan juvenil, que ya quisieran algunas apoltronadas de treinta y ese peso ideal que otras mujeres tratan de conseguir casi muriendo de inanición. Le pregunto si eso de correr le ha cambiado la vida «Estoy encantada. No sólo corro, sino que, además, tengo amigos por todos los lados, mucho más jóvenes que yo, y me lo paso de miedo porque estamos todo el día organizando cosas. Organizamos carreras, cenas, y me lo paso fenomenal». La filosofía del correr. Todo un estilo de vida. Aunque conlleva tiempo y esfuerzo. «Preparar maratones sí implica mucho esfuerzo y si trabajas tienes que salir a las 6 de la mañana a correr; pero quitando el maratón, que te lo debes preparar muy bien, correr carreras cortas no te supone tanto esfuerzo y todo el mundo saca tiempo de donde sea. Yo lo tengo más fácil porque soy la única que no trabaja. Por eso no voy estresada a todos lados».

EL MURO DE LOS 30

No sabe Ana lo que me estresaría a mí tener que ir a correr tantos kilómetros. Me mira sonriendo casi como apiadándose de mí y me dice: «Pues en realidad hasta veintiún kilómetros es una distancia muy cómoda y no requiere tanto esfuerzo. A partir de los 30, ya has consumido el glucógeno y ahí es donde aparece lo que se llama el muro, que hay gente que lo siente, y es cuando hay que tirar de la mente». ¿Lo sentirá Ana a sus 66 años? «A mí a partir de los 30 kilómetros me cuesta, sí, ¡pero me gustan tanto los maratones! ¡Es donde puede pasar cualquier cosa! Que te duela algo, que te dé un tirón... Yo he visto de todo entre mis amigos y hay gente de 30 o 35 años. Pero es una carrera diferente y me encanta». Le pregunto si ella cree que todo el mundo puede correr. «Pues sí, soy muy optimista. Hay gente muy jovencita que dice que no puede, pero si puedo yo, puede cualquiera. Pero también debes tener fuerza de voluntad, constancia y capacidad de trabajo. La inspiración, si existe, te tiene que encontrar trabajando, como decía Picasso».


D'Artagnan existió

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¿Quién no conoce hoy al intrépido mosquetero D’Artagnan, el héroe de capa y espada por antonomasia? Pero posiblemente muchos ignoren todavía que no fue una invención del príncipe de las letras Alejandro Dumas (1802-1870) en su inmortal obra «Los tres mosqueteros», sino que existió en realidad. Su nombre auténtico era Charles de Batz-Castelmore. A Dumas debió parecerle, aun así, más sonora su nueva identidad literaria, procedente de la familia materna Montesquiou-Fézensac, dueña de una hacienda denominada precisamente Artaignan en francés antiguo.

En la fachada del austero «manoir» campestre donde nació Charles de Batz-Castelmore, en Lupiac, Gascuña, se conserva hoy una antigua lápida que data su venida al mundo «hacia 1615». Sabemos con seguridad, eso sí, que el trasunto real del mosquetero del rey falleció durante el asedio de la ciudad holandesa de Maastricht, en 1673, habiendo cumplido ya cincuenta años. Previamente, en 1640, abandonó la casa paterna para dirigirse a París con el único propósito de convertirse en uno de los 120 mosqueteros que integraban la primera compañía creada dieciocho años atrás por el propio Luis XIII, el Rey Sol.

Una vistosa vestimenta

D’Artagnan o Charles de Batz, como el lector prefiera, anhelaba más que nada en el mundo lucir la coraza de mangas lorigadas y con un morrión en «boca de mosquete» con la que se protegían los mosqueteros reales, armados hasta los dientes con espada y daga y como remate a tan digna vestimenta, con una vistosa casaca azul adornada con una cruz de plata. El mismo año que falleció nuestro protagonista, la divisa de los mosqueteros adoptó ya su diseño definitivo: casaca roja y capa azul, rematada ésta con una cruz de plata rodeada de llamas y, cómo no, de la inconfundible flor de lis de la casa real francesa en la parte superior.

Antes de partir hacia París, Charles de Batz debió recibir el dinero y los consejos, además de la preceptiva carta de recomendación de su hermano mayor o de algún otro familiar, por la sencilla razón de que su padre Bertrand de Batz, señor de Castelmore, miembro de una modesta familia gascona ennoblecida en la segunda mitad del siglo XVI, ya había fallecido.

Con la carta de presentación para Jean-Arnaud de Troisvilles –el Tréville de «Los tres mosqueteros»–, gentilhombre de cámara del rey Luis XIII y comandante de los mosqueteros de su guardia personal, Charles de Batz logró ingresar en el codiciado cuerpo y conoció a sus tres inseparables amigos Porthos, Athos y Aramis, quienes, lo mismo que él, existieron en la vida real.

Athos, sin ir más lejos, se llamaba Armand d’Athos, noble de Sillegue d’Autevielle; Aramis era en realidad Henry d’Aramitz, que gozaba del privilegio de recaudar los diezmos de la parroquia de San Vicente, en sus propias tierras de Oloron; y Porthos, el grandote e ingenuo personaje de la novela de Dumas, obedecía al nombre de Isaac de Porthau, tal y como figura inscrito en las listas de la Guardia, a las órdenes de Des Essarts. El acreditado valor de Charles de Batz, o D’Artagnan, en el campo de batalla tras la firma del Tratado de Aquisgrán en 1668, le hizo merecedor del grado de mariscal de campo y del nombramiento de gobernador de la plaza fuerte de Lille en 1672. Ese mismo año estalló la guerra contra Holanda, que supondría el final de este aguerrido combatiente. La ciudad de Maastricht, integrada hoy en los Países Bajos, cayó finalmente en poder de los ejércitos de Luis XIV de Francia, tras un asedio implacable a las tropas holandesas y españolas, en 1673.

Entre los 6.000 muertos, heridos y prisioneros, se halló el cadáver del temerario Charles de Batz, hecho un guiñapo en la línea más avanzada de vanguardia con la garganta abierta por un proyectil. Sus hombres lograron recuperar el cuerpo, que recibió los honores militares en el campo francés. Pero nadie sabía entonces que dos siglos después, aunque bajo otro nombre, las hazañas de este singular mosquetero del rey serían inmortalizadas por la sin par pluma de Alejandro Dumas, cuyo padre, un mulato de madre esclava de la islas Indias del Oeste de Santo Domingo, había sido general a las órdenes de Napoleón Bonaparte, como el padre de Victor Hugo.

Al igual que Charles de Batz, el padre de Dumas se distinguió por su legendario valor defendiendo casi en solitario el puente de Brixen contra un escuadrón de caballería austríaco. Y ahora por fin sabemos que D’Artagnan y sus tres inseparables compañeros de aventuras no fueron una pura invención del autor de «El conde de Montecristo».

La revolución de los tercios

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Al acabar la Guerra de Granada (1482-1492), el ejército de los Reyes Católicos sufrió una profunda remodelación que lo situó a la cabeza de las fuerzas militares de la Europa de principios del siglo XVI. Las tropas pasaron a estar bajo la supervisión, mantenimiento y mando directo de la Corona; así, el poder real se afianzó y se dieron los primeros pasos para que apareciese el Estado moderno. El armamento medieval, diverso en su tipología, fue estandarizado al hacerse obligatorio entre la infantería el uso de la pica –una lanza de entre 5 y 6 metros de largo rematada por una punta de hierro–, la espingarda –primitiva arma de fuego antecesora del arcabuz– y la ballesta –que, obsoleta, desaparecería pronto–. Éste fue el primer paso para la eclosión de los tercios, que emplearían la pica y el arcabuz, posteriormente, también el pesado y mortífero mosquete. La mezcla en la misma unidad de las cualidades del frío acero con las de la potencia de fuego daría unos resultados que sorprendieron al mundo.

En 1494, don Gonzalo Fernández de Córdoba, reputado militar profesional durante el conflicto granadino, fue puesto al mando de una expedición enviada por Fernando el Católico para ayudar a sus familiares napolitanos, cuyo reino había sido invadido por el ejército de Carlos VIII de Francia. El capitán general español tuvo que ponerse bajo el mando del rey de Nápoles, quien, desoyendo los consejos contrarios de don Gonzalo, decidió presentar batalla a los galos en Seminara (1495). El ejército hispano-napolitano sufrió una derrota pero representó la oportunidad del general para desplegar la guerra de guerrillas que había aprendido en Granada. Gradualmente, las tropas francesas se vieron copadas y obligadas a abandonar el reino o a rendirse. A pesar de la manifiesta inferioridad en efectivos, la maestría militar de Fernández de Córdoba desequilibró la balanza en su favor: aparecía de la nada y golpeaba con fuerza extrema. A la altura de 1498, el enemigo se retiraba tras ser acosado sin descanso por don Gonzalo y los suyos. La adaptación al medio y la versatilidad adquiridas por sus soldados fueron transmitidas a los tercios, quienes hicieron uso de dichas cualidades de forma magistral.

En el olimpo militar

La segunda campaña italiana comenzó a finales de 1501 y representaría la ascensión final del Gran Capitán al olimpo de los dioses de la guerra. En esta contienda sobresalieron las batallas de Ceriñola y Garellano. En la primera, las cargas de la caballería pesada francesa y la infantería mercenaria suiza fueron frenadas por el escudo que supusieron las obras defensivas levantadas por el español, mientras que las armas de fuego y las picas fueron el martillo que las aplastó definitivamente. Por primera vez en la Historia, la pólvora ganaba una batalla. El segundo encuentro demostró la maestría táctica del Gran Capitán, cuyo ejército, en una serie de marchas, contramarchas, fintas y amagos logró llevar a las extenuadas tropas enemigas al lugar idóneo donde desencadenó una serie de ataques durante dos días. Al finalizar éstos, los franceses habían sido virtualmente aniquilados. El uso masivo de las armas de fuego y de los movimientos tácticos fueron aprendidos por la escuela militar del Gran Capitán –los futuros grandes generales del siglo XVI–, quienes, a su vez, instruyeron en su empleo a los tercios de los Habsburgo, una dinastía forjada por la pólvora.

El Gran Capitán, un héroe español en el olvido

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Hoy, a las puertas de conmemorar el quinto aniversario de la muerte en Granada, el 2 de diciembre de 1515, de Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido como El Gran Capitán, es un buen momento para revelar al público cómo era en verdad, para tener acceso de una vez por todas a la personalidad de un español universal. Un hombre que se convirtió en espejo de virtudes castrenses y políticas para generaciones de europeos educados en el humanismo y en lo que Baltasar Castiglione consideró los valores del «cortegiano». Un compatriota que convirtió la responsabilidad en su razón de ser y el arte de la prudencia en su divisa; que vivió en tiempos de los Reyes Católicos, a los que sirvió con esmero y en cuyo reinado cooperó con su magnífica gobernanza. El Gran Capitán alcanzó así la inmortalidad.

Me ha sido muy gratificante seguir los detalles de su vida en un libro desde sus primeros pasos en Montilla, donde nació en el seno de un familia de la aristocracia andaluza de la frontera hasta su ejemplar carrera de armas en Italia y su injusto final. Su perfil de hombre del Renacimiento educado en los ideales de la caballería, atractivo, de porte elegante y donosos modales; discípulo aventajado de su primo Fernando el Católico, quien le enseñó la importancia de escribir cartas y el sentido de la diplomacia internacional, buen militar en la guerra de Granada comenzada en 1482, entusiasta de los pasos de armas, galanteador de damas, comenzando por su segunda esposa, María Manrique; asiduo a las reuniones de palacio y fiel a la amistad, como probó en sus relaciones con el rey nazarí Boabdil, antes y después de abandonar la Alhambra.

Pero es imposible comprender su figura sin acceder al escenario de sus triunfos, al Reino de Nápoles a finales del siglo XV, inmerso en una profunda crisis tras la invasión del Ejército francés al frente de su propio rey, Carlos VIII, al que los cronistas comparaban con Alejandro Magno. Su llegaba a la ciudad de Mesina, en Sicilia, le transformó en algo más que un comandante militar al que se le había dado la misión de defender el «Faro», como se denominaba al Estrecho de Mesina: le hizo entrar en la gran Historia de su tiempo. Y lo aprovechó.

Cuando Juana, hermana de Fernando el Católico, en su calidad de reina viuda de Nápoles, le describió la situación en el reino tras la invasión francesa, Gonzalo supo de inmediato que lo único que podía hacer era adelantarse a los acontecimientos. No esperar a ver cuál sería el siguiente paso de los franceses, sino ir a buscarlos en su terreno. Matizaba así las órdenes recibidas, que indicaban que su misión era defender el Estrecho; pero no las desobedecía porque en ellas no se decía cómo debía realizar dicha defensa. Se trasladó a Calabria, y allí tuvo un primer bautizo de fuego en forma de derrota (fue la primera y sería la última) cerca de la ciudad de Seminara. Y allí también tuvo la revelación que cambió su vida. Gonzalo supo desde ese momento que el moderno arte de la guerra sería su fuente de inspiración. Organizó el cuerpo expedicionario creando una unidad táctica, la coronelía, de enorme eficacia y movilidad, embrión de los Tercios españoles; planeó con todo detalle las campañas mediante un juicioso equilibrio de las tres armas del ejército, artillería, infantería y caballería; logró triunfos tan inesperados como espectaculares con los que consiguió restablecer en el trono de Nápoles a sus legítimos reyes y para él el título que con orgullo le dieron los soldados de «Gran Capitán». Logró la fama que en esos años era la antesala de la eternidad: convenció al dogo de Venecia y al Papa para obtener el mando del cuerpo expedicionario preparado para enfrentarse a la invasión otomana en el Adriático y venció a los jenízaros en Cefalonia, y finalmente se preparó a conciencia para llevar a cabo las campañas que culminaron en la batalla de Ceriñola y en las jornadas en el río Garellano. Fue nombrado virrey de Nápoles, donde tuvo sentimientos encontrados por su resistencia a cumplir la orden de expulsión de los judíos que Fernando el Católico le requería ejecutar. Su sentido del deber en conflicto con su sentido de la honorabilidad se convirtió en el quid de la cuestión en esos días. Se enfrentó a Fernando en 1507, siendo cesado de su cargo de formas fulminante y enviado a España con pretextos que demostraron la ingenuidad de este hombre ejemplar, incapaz de creer en un engaño de su propio rey. Fue Quevedo quien rescató ese perfil de Gonzalo Fernández de Córdoba al mostrar su caso como un ejemplo de tantos otros españoles incomprendidos cuando en la cima de su popularidad pueden hacer algo para cambiar su país de forma positiva.

Alguacil en loja

Regreso a su tierra, a un mediocre empleo como alguacil en Loja, una tierra baldía, su pasado nostálgico. Su análisis de la situación delante de los viajeros que acuden a rendirle homenaje difícilmente podría superarse. El pesar por no estar con sus hombres al avecinarse nuevas campañas, el comentario de los acontecimientos como la batalla de Rávena, donde sus tropas sufrieron una dura derrota al estar pesimamente mandadas, la pérdida de una posición social sin haber conseguido la que le habían prometido, el peso de la enfermedad, la cercanía de la muerte. En estos años finales tenemos la sensación de ver a un Gonzalo con las auténticas vestiduras del hombre al que le ha dado la espalda la fortuna. Porque en cierto sentido su caso se convirtió en la cuestión de España, su marginación es el modelo de todas las marginaciones y de todos los exilios interiores y exteriores. Todos nos preguntamos por este tipo de actuaciones del poder y por sus motivos ocultos,. Pero hoy tenemos razones para entenderlos dedicando tiempo a pensar en la ejemplar vida de Gonzalo Fernández de Córdoba, nuestro Gran Capitán.

De qué NO se va a hablar en París

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Casi nadie duda que la Cumbre de París dista poco de ser el último tren de la batalla contra el cambio climático. Lo dicen todos los expertos en clima: sea cual sea el futuro de las temperaturas en el planeta, la reunión parisina no puede permitirse un nuevo fracaso. Lo dicen incluso los pocos técnicos que aún hoy se atreven a dudar en voz alta de los informes del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC): si París fracasa, se habrá colocado una carga de profundidad insoportable en la política de cumbres, reuniones y tratados. Lo ha dicho el Papa Francisco, que desde su última encíclica «Laudato si», no ha dejado de recordar que «sería catastrófico no lograr un acuerdo global y trasformador en la COP21». Angela Merkel ha presionado como nunca antes lo hizo Alemania al advertir que todo lo que no sea «un acuerdo vinculante» será considerado un fracaso. Obama ha querido visibilizar su figura como uno de los líderes impulsores de un «tratado histórico».

La cumbre nace con la fortaleza de un consenso científico cada vez mayor y de un compromiso político que, aparentemente, excede con creces el que se puso encima de la mesa en las anteriores reuniones. Y esa fortaleza puede ser, paradójicamente, su mayor debilidad. Porque, al igual que en público todo el mundo grita la importancia de lo que se va a negociar, en privado pocos evitan un profundo temor a que el resultado sea el mismo que en las anteriores intentonas: cero.

Un dato estremecedor va a flotar en el ambiente. Cuando en 1997 mandatarios de medio mundo firmaron el Protocolo de Kioto, se desató la esperanza de que aquel no fuera más que el primer paso hacia una catarata de acuerdos para lograr la reducción efectiva de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Ahora, incluso si París se salda con un acuerdo valiente y vinculante, las emisiones para 2030 serán un 30% mayores que las sugeridas en Kioto. 21 cumbres y 18 años después, los gases de efecto invernadero no han dejado de crecer, forzando al mundo a aspirar, en el mejor de los casos, a una solución un tercio menos ambiciosa de la que surgió en los albores de la campaña. Si observamos el entusiasmo, la pujanza y las declaraciones públicas de políticos y mandatarios, no deberíamos temer: París será un éxito. Si miramos el currículum de las cumbres, como quien analiza el expediente académico de un aspirante a nuestra empresa, veremos una triste sucesión de suspensos: el último y más sonado, el Muy Deficiente obtenido en Copenhague 2009. El difícil tránsito de las promesas a los hechos tiene culpables. Y de muchos de ellos no se va a hablar en París.

Algunos países han sorprendido en los últimos cuatro años con propuestas realmente valientes. EE UU, bajo la Administración Obama, se ha planteado reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 80 por cien para 2050. Es una de esas apuestas que pueden inclinar la balanza hacia el lado del éxito rotundo. Aunque nadie airea demasiado que el coste medio estimado para tal fin puede superar los 2 billones de dólares anuales. En su último año de mandato y con la posición política más débil que nunca, pocos creen que Obama pueda defender con la energía necesaria esta apuesta. El «Washington Times» afirmaba que el presidente está limitado para ofrecer promesas concretas y se contentará con ser «una suerte de cheerleader» en la Cumbre. La pieza clave de la propuesta climática de Obama ha sido el Clean Power Plan, un ambicioso proyecto de regeneración energética basado en la transformación paulatina hacia energías limpias a una alta velocidad de crucero. Pero el plan ha nacido viciado con la oposición de 26 estados de la Unión y la declaración fáctica de todos los candidatos a la presidencia del bando republicano de que no continuarán el proyecto si llegan al poder.

Otro de los mayores contaminadores del planeta, China, afronta París con algo más de relajación. La presión interior no es tan grande como la que sufren EE UU y Europa, cuyos ciudadanos demandan acciones drásticas en defensa del medioambiente. En 2009, el país asiático anunció su compromiso para reducir la «intensidad de carbono» (el CO2 por unidad de Producto Interior Bruto) un 45 por ciento por debajo de los niveles de 2005 antes de dos décadas. El problema es que, según ha publicado la revista «Science», China utiliza un sistema de medición de sus emisiones y del aporte energético de sus fuentes renovables diferente al del resto del mundo. Para poder comparar lo bien o lo mal que lo están haciendo los países firmantes de un protocolo, es imprescindible que todos midan sus emisiones y su producción de energía en las mismas unidades. Si el país que más contamina, que más consume, que más energía produce y que más Co2 emite del planeta, utiliza su propia media, la fiabilidad de cualquier acuerdo vuela por los aires.

Los países europeos también tienen sus pequeños secretos que no querrán airear en París (y no sólo el derrumbe de la credibilidad provocado por el reciente escándalo de las emisiones de Volkswagen). Siete modelos diferentes publicados por la revista «World Scientific» estiman que la reducción del 80 de las emisiones para 2050 propuesta en términos globales en Europa supondrá un coste de casi un 25 por ciento del PIB conjunto de la Unión Europea. Con la tecnología actual, algunos expertos creen que la propuesta de emisiones no dista de ser una utopía. Una parte importante de ese coste recae en los ingentes esfuerzos nacionales para modificar el mix energético hacia un peso cada vez mayor de las energías limpias. En plena preparación de las maletas para París, los mandatarios europeos se han encontrado con la caída de Abengoa: 21.000 millones de agujero en los cimientos de la apuesta mundial por la energía solar. Algunos medios se lo han recordado a Obama, quien utilizó a la firma española como ejemplo de su política futura de renovables (de hecho, hay casi 3.000 millones de dólares en garantías y avales de la Casa Blanca en juego).

Pero la mayor piedra que lastra las maletas de los negociadores europeos es un invisible mecanismo de fuga de emisiones del que Europa no puede escapar. Cuando un país informa a las Naciones Unidas de sus emisiones se contabilizan las toneladas de gases que salen por sus chimeneas, por los tubos de escape de sus coches o por sus explotaciones agrícolas y ganaderas. Pero nadie tiene en cuenta las emisiones producidas por países y empresas fuera de Europa que nos venden sus mercancías. Europa puede cumplir sus promesas, entre otras cosas porque deriva la producción de muchos de sus bienes a países que nos las cumplirán, como China. Si se contabilizan los gases producidos para fabricar todos los productos que nuestro continente importa de China en un año, la huella de carbono europea es francamente negativa. Entre 2008 y 2009, las emisiones invisibles derivadas del consumo de productos chinos e indios pasaron de 400 millones de toneladas a 1.600 millones. Esto puede hacer que un país que, en términos oficiales, reduce anualmente sus emisiones, pase de manera indirecta a aumentarlas. La carrera por salvar al planeta del desastre se empieza a parecer a la imagen de un ratón corriendo en la rueda de su jaula. Cada cumbre nace con más inversión en dinero, esfuerzo, esperanza y diplomacia. Pero el ratón de las emisiones no se mueve. Cerca de 150 países responsables del 90% de las emisiones han anunciado sus llamadas Contribuciones Previstas y Determinadas a Nivel Nacional (INDC por sus siglas en inglés), una especie de auditoría de su contribución a la reducción de gases de efecto invernadero. Tras la última reunión del G20, países como Arabia Saudí han aceptado mostrar también sus intenciones in extremis. Pero estos números puestos sobre la mesa de París no serán más que una carta a los Reyes Magos si no se debaten algunas cuestiones prácticas. ¿Es realista soñar con un mundo descarbonizado en 2030 cuando vivimos uno de los momentos de la historia con los precios del petróleo más bajos? ¿Alguien va a atreverse a potenciar el aporte a su mix energético a partir de energía nuclear que no emite CO2? ¿Será posible que las energías renovables sean realmente tan baratas, no lastradas por una demencial política de subvenciones y basadas de una vez por todas en el I+D+i para que nadie pueda negarse a adoptarlas? ¿Realmente el nuevo periodo semibélico abierto por la crisis de Oriente Medio es el mejor momento para comprometerse a dedicar el 25% del PIB europeo a la defensa de la atmósfera? ¿Tienen hoy Hollande, Obama y Putin la cabeza puesta en el medio ambiente como prioridad estratégica? No responder a estas preguntas es comprar de nuevo papeletas para la decepción.

Religión para combatir el cambio climático

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Católicos y cristianos pueden aportar mucho en la lucha contra el cambio climático. Con la cumbre del Clima de París a punto de celebrarse, un biólogo, un teólogo y un filósofo trataron en profundidad la encíclica «Laudato Si» del Papa Francisco. Como dijo el profesor Tomás Trigo en la presentación, «la Biología, la Filosofía y la Teología son tres perspectivas desde las que aportar luz al problema ecológico». La primera ley de la ecología: «todo está relacionado con todo». Jordi Puig, experto en biología y ciencias ambientales, y doctor en ingeniería de montes, explicó que la encíclica «está en sintonía con el mundo cultural del ambientalismo e invita a una revolución de la conducta: es preciso cambiar, también en lo ambiental. Necesitamos una conversión ecológica», afirmó.

El ser humano depende de la tierra y a través de ella se relaciona con los demás. «El error de vernos desconectados se alimenta de la pérdida de valor del ecosistema. La separación nos lleva a sentirnos abstractos y a alejarnos de encontrar la vida en la naturaleza. Vivimos inundados de cemento» continuó Puig, quien apeló también a la «moderación y revisión de las conductas de ocio y consumo». «Laudato Si» se centra en la reconexión al respeto de la naturaleza ambiental con la natural. Para ello el biólogo afirmó que «es posible parar la idolatría consumista. El mayor valor de lo natural solo se percibe al contemplarlo». El cambio drástico que necesita nuestra cultura solo puede venir a través de la educación.

Por su parte Gregorio Guitián, profesor de la Facultad de Teología, cuyo ámbito de investigación es la moral social, empezó su exposición con las declaraciones del presidente Obama cuando se publicó la «Laudato Si»: «Francisco ha hablado a la conciencia de todos nosotros y todos debemos examinarnos si hay modos de hacerlo mejor». Explicó que «la creación es un designio de Dios que quiere llamar a la existencia a una multitud de criaturas». Pero hay que entender al hombre como un administrador responsable; para ello, apeló también a la necesidad de cambiar el estilo de vida «con sacrificio, moderación y templanza. Tenemos el deber grave de dejar la tierra de modo que quienes vengan detrás de nosotros puedan seguir cultivándola».

Para eso es preciso descubrir el bien moral que está detrás de la atención a la creación. El cuidado del medio ambiente es una medida más de la identidad cristiana y señaló algunos ejemplos que cita el Papa Francisco en la encíclica: el uso moderado del agua, decisiones cotidianas de usar menos calefacción, apagar luces innecesarias, compartir coche, usar transporte público o evitar la explotación de recursos no renovables. El profesor Guitián terminó su exposición hablando del carácter moral de las cuestiones de compra, así como de la importancia de analizar el estilo de vida que provoca la publicidad de algunas empresas. «No se puede ser buen cristiano y desentenderse de la naturaleza», concluyó.

La Jornada Académica contó también con la intervención de Mariano Crespo, filósofo e investigador del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra, quien habló de la responsabilidad compartida ante el bien común. «El ser persona se descubre en comunión y el sentido de comunidad no es algo meramente fáctico. Nos percibimos como miembros de una comunidad. Las personas morales participamos de un cosmos donde somos solidarias unas de otras».

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